Hace muchos años
el mundo por todos los medios bombardea
a la sociedad con mensajes de auto-redención, para dejar fuera a Dios.
Literalmente Dios quedó como el
innombrable, como
nuevo tabú, como prohibido, e incluso innecesario. El ego se entronizó, se
sintió dios. Es la tentación de los pobres Adán y Eva, que engañados por el
diablo creyeron que si comían de ese árbol serían como dios, pero desde una
idea mundana y errónea de lo que es ser dios.
Y así nuestro ego, la torpeza humana, nuestra naturaleza
caída, nuestro desorden egoísta sigue entronizándose como dios, y le estorba el
Dios verdadero. No quiere nadie que le diga lo que debe o no debe hacer, ni lo
que está bien o mal, ni siquiera que le diga si es hombre o mujer, eso lo
quiere decir él solito, Dios le estorba y se hace su enemigo, junto con el
Enemigo que lo logró engañar para hacerlo su discípulo.
Sobre la vida eterna se propaga el engaño
de que todos la tienen, sin necesidad de Dios. Se hace creer con los mensajes y películas
constantes que al morir pasaron por un túnel y vieron la luz. Otra etapa. No se
habla de salvación ni mucho menos de necesidad de salvación, eso heriría su
ego. Mientras que todos los creyentes nos sabemos pecadores y necesitados de Dios,
por eso acudimos a él constantemente, reconociendo nuestro pecado, pidiendo
perdón y esperando de Él, la fuerza para seguir amando como El, hasta la
muerte, y perdonando incluso a los enemigos que podrían darnos muerte.
Creemos lo que nos reveló el mismo
Dios, que Él es el
camino, la verdad y la Vida, que nadie va al padre si no es por El. Que vino a
ser el salvador, a ofrecernos la Vida eterna, si le abrimos y le dejamos entrar.
Fue muy explícito y contundente en repetirnos de muchos modos que el que crea
se salvará y el que no, se condenará. Aunque no nos guste oírlo, aunque el
mundo actual nos haya hecho incrédulos o endiosados o sensibles o intolerantes…
hemos de saber lo que es evidente. No somos dioses sino creaturas recién
nacidas que no saben nada, y es de lógica que debemos fiarnos del Dios que se
revela a si mismo.
Efectivamente
nuestra fe, no es ni comparable ni
equiparable con ninguna otra religión creada por hombres. El
cristianismo es Dios mismo quien lo vino a revelar. No es lo misma una religión
que otra, ni una iglesia que otra. Cristo tiene autoridad para decirnos lo que
podemos y lo que no debemos hacer, pues es Dios, y es la verdad. Lo que él dice
no se puede cuestionar, pues si él lo dice es verdad incuestionable. Esto suena
feo para el hombre de hoy que ha sido engañado por los paradigmas posmodernos
de moda, por absurdos que parezcan, según los cuales, todas las fes son
igualmente aceptables y respetables, son igualmente verdaderas… Si el norte es
para ese lado no puede ser al mismo tiempo para el otro. Hay una verdad y una
mentira. Una cosa es estar vivo espiritualmente y otra cosa es estar muerto, no
es lo que uno decida pensar sino lo que es real.
Por esto Jesús dijo que traería división, pues
no todos quieren aceptar su lenguaje y su mensaje. Incluso entre sus mismos
contemporáneos lo rechazaron y lo llevaron a la muerte en cruz. Muy duro es
este lenguaje, ¿Quién lo puede aceptar? Y Jesús dijo a sus discípulos: ¿también
ustedes me quieren dejar? No iba a cambiar la verdad de su mensaje porque los
hombres no quisieran aceparlo. Jesús hizo lo posible por suscitar en ellos la
fe, con argumentos y con milagros. Si no me creen a mí, al menos crean por las
obras que hago. Pero no hay peor ciego que el que no quiere ver, y aun viendo
sus obras y milagros no quisieron reconocerle y creer en él. Al ego con su
envidia, soberbia, ira y demás frutos amargos, le estorba Cristo y sus
discípulos.
Su mensaje es fuerte y claro. ¿Quién daría su vida detrás de un
falso ideal? ¿Quién entregaría su vida en estos caminos de Dios sin
conocimiento de en que está poniendo su fe y su vida entera? ¿Crees que estoy
desperdiciando mi vida y mi tiempo dando buenos consejitos? ¿Crees que da igual
creer que no creer? ¿Recibir a Cristo que no recibirlo? ¿Ser de una secta o de
otra? ¿Tener una fe u otra? ¿Estar en una religión o en otra? Uno busca hasta
encontrar un ideal lo suficientemente grande, seguro y consistente como para
entregar su vida y su tiempo en él.
¿Quién será más
soberbio el que hace esto o el que no cree necesitar ni de Dios ni de salvación
alguna? ¿En que se basa el primero? En la palabra y revelación divina. ¿En que
se basa el otro? En su propio deseo y capricho, pues se lo saca de la manga,
sin respaldo en nadie más que en si mismo, en la propia torpeza y naturaleza
caída por el pecado. ¿Quién es más soberbio el que busca la verdad hasta
encontrarla o el que ni se molesta en buscarla y se queda criticando a los que
dicen haberla encontrado? ¿Quién es más autosuficiente y lleno de si mismo?
La verdad es un concepto que la ingeniería
social de la posmodernidad ha querido deliberadamente destruir, pues, así como
le estorba Dios, le estorba la verdad. Así, a través de la astucia del enemigo
y sus secuaces, ha llenado libros y libros de especulaciones engañosas sobre
este tema, sin la perspectiva de Dios. Todo es creado por los hombres, todo es
opinable. La verdad la hace cada uno. Se construye individualmente
(constructivismo) o socialmente (construccionismo). Siendo así, construida por
hombres, no existe ninguna verdad absoluta. Todas serian igualmente validad y
respetables, pues a cada uno construye su mundo, sus ideas y verdades, tomando
o dejando las que quieren de las presentadas socialmente.
Es una
contradicción en si misma porque el que afirma que no hay una verdad absoluta,
lo está afirmando como verdad absoluta que quiere imponer. Su idea de que no
hay verdades absolutas, es para él una verdad absoluta innegable, que además se
sacó de la manga, sin argumento alguno.
Y así se
pasa de la dictadura del relativismo
a la imposición del pensamiento único
que se quiere implantar. Hemos de pensar según los dictados de los que
piensan así. Ahora se pasó al adoctrinamiento de los niños en las ideas locas
que han decidido imponer a todos, creando un mundo y paradigmas opuestos a los
queridos por Dios, pues de fondo está el diablo odiando a Dios y queriendo
ofenderlo y haciendo todo distinto a como Dios lo quiere. El mundo sin Dios y
sin verdad, esta sin moral, y se acaba en la ley de la selva, la del más
fuerte, los de arriba imponen sus ideas a todos, desde las tendencias del
desorden egoísta que nos constituye.
Y los que no conocen a Dios se han convertido
en presa fácil de los engaños del mundo y del diablo, o sea en sus títeres
para propagar esta cizaña. Por eso Cristo dejo claro que no estar con él es
estar contra él. No hay una tercera opción. Como un jugador en el campo de
futbol. Si no apoya a su equipo, está favoreciendo al enemigo, y jugando para él.
No hay posibilidad de estar neutro. Si no apoyas el reino de Dios apoyas el
anti-reino. Si no recoges con Cristo, desparramas. Si no trasmites una
educación en la fe, trasmites una educación sin fe, o sea sin Dios. Es
evidente.
Y esto es
fruto de una decisión. Se decide dejar a Dios fuera cuando se decide no
conocerle ni querer saber de él.
Esto en realidad es una postura muy
irresponsable o ignorante en esta vida, pues se decide desconocer una cuestión tan vital, tan
ligada con nuestro destino eterno, como es la cuestión de Dios. En Alemania fue
común por mucho tiempo que todos estudiaban teología antes de cualquier otra
carrera, para poder tomar una posición bien fundada antes la cuestión de Dios.
Nosotros decidimos no pasar de la pobrísima e infantil catequesis de primera
comunión y decidimos no querer más, por las ideologías anti Dios de turno, que
nos influyeron con sus modas y tendencia anti-dios. No puedo desechar a Dios
sin buscarlo para llegar a conocerlo. Solo así se puede tomar una postura
responsable y con fundamentos.
El mundo ha desprestigiado a Dios, presentando caricaturas irrisorias
de él. Y los incautos las han creído y han echado el tema y a todos los que los
siguen a la basura. Sin necesidad de argumentación alguna, así, sin más,
gratuitamente se desecha, y muchos se unen a ese “club” temerario, sin
necesitar fundamento alguno para tomar postura. No se quiere ni escuchar
defensa de la fe, argumentos por la fe, ni aceptar palabras de cualquier
creyente. La fe en cambio tiene argumento para cada objeción que se le hace, de
parte de ateos o de protestantes.
El atrevimiento del que cree y
predica la doctrina cristiana no es tanto como la del que tira todo eso a la
basura, y peor aún,
lo tira o desecha sin conocerlo. Decide dar la espalda a Dios y no quiere que
le digan que está mal, tan grande es su ceguera, y la soberbia de su ego que
hace que no se le pueda decir nada. No quiere que nadie le venga a enseñar, lo
tacha de soberbio, sin darse cuenta que el mismo no tiene la humildad ni para
escuchar, como si ya supiera todo y no necesitara escuchar a nadie, o como si
nadie le pudiera ensenar nada.