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martes, 23 de octubre de 2018

LA FE SON LOS ZAPATOS NO EL SOMBRERO





Hay solo un modo de vivir correctamente nuestra fe y es dejando que ella ilumine e inspire toda nuestra vida, por ello es comparable con los zapatos que te sostienen y te protegen cada paso que das, cimentando tu cuerpo y evitando los daños que causaría el terreno en tus pies, y no un sombrero que se pone y se quita uno cuando quiere, según su gusto.

Sin zapatos nuestros pies sufrirían las inclemencias del piso y del clima, se dañarían con los pisos abrasadores del verano o se congelarían con los fríos del invierno; no podrían caminar a gusto por terrenos pedregosos o con espinos, etc. esto determinaría muchos de nuestros pasos que tal vez daríamos rodeos a charcas o a piedras y espinos, para evitarlos.

En cambio, con unas buenas botas puede ir uno por el camino mas recto posible sin titubear, sin importarle los fríos o calores, o las piedras del camino; se sobrepone a ellas. Y así es la fe. Con la fe bien puesta podemos caminar como hijos de la luz e hijos del día, guiados por el conocimiento y amor a Dios a cada paso que damos. 
Así debe ser nuestra vida, siempre iluminada y dirigida por la fe; ella es lo que la inspira y la lleva por los caminos de este mundo, la que le da sabiduría para discernir la dirección que toma, las propuestas que acepta y las que rechaza, las decisiones ante las encrucijadas frecuentes que todo peregrino encuentra en este mundo. La fe es la que necesitamos a cada paso, como los zapatos, para caminar sin cesar, decidir sin titubear, y avanzar siempre hacia la meta.

En cambio, los que no tienen la fe como zapatos permanentemente puestos y cimentando sus vidas, sino como un sombrero que quitan y ponen a su antojo o conveniencia, se privan de la fe verdadera que les sostendría siempre y protegería de muchos males. Se conforman con asomarse un momentito de la semana a la luz, para volver a la obscuridad habitual a la que ya se acostumbraron y lamentablemente se hicieron adictos.

Solo quieren saber de Dios y de su palabra el ratito que dura la misa del domingo, para salir de nuevo a las tinieblas del mundo, a la que realmente aman y adoran más que a Dios. Impulsados por el desorden egoísta que les tiene ciegos: la soberbia, ira, envidia, avaricia, lujuria, gula y pereza que les dominan y gobiernan en lugar de dominar ellos sobre esta tiranía.

Vuelven a las tinieblas de un mundo que incita esa vida de esclavitud del pecado, que alimenta esa llama del deseo por todo lo pasajero y lleva a menospreciar e ignorar los valores verdaderos que son los eternos.

Así, como quitándose el sombrero al salir de la Iglesia del domingo, y dejan a Dios en el templo y vuelven a su vida de hombres paganos, sin Dios y sin fe, dominados por los ídolos y pecados como adicciones que no pueden dominar y les impiden vivir en la libertad de hijos de Dios.

Como si se pusieran los LENTES DE LA FE dentro de la iglesia, y los dejaran a la salida, en la puerta, para volver a ver distorsionadamente, a valorar equivocadamente todo lo de este mundo.

En realidad, los lentes que se ponen al entrar en la iglesia podemos decir que no les permitían ver muy claro tampoco, pues prefieren quitárselos al salir. No se los quitarían si la fe hubiera sido tan clara como para ver a Dios, pero son lentes sin graduar, con los que aun ven distorsionado incluso las cosas de Dios, por eso seguirán en su ceguera. Muchos tienen una fe aparente, una creencia, pero no la verdadera fe que Cristo nos pide, no el don sobrenatural de la fe.

Para graduar estos lentes se necesita tener una experiencia de Dios, la que nos brinda normalmente la palabra de Dios predicada en retiros espirituales, donde, abriendo el corazón y un espacio amplio a Dios, podemos dejarle entrar y operar, podemos verle con mas claridad, hasta el punto de no querer perderlo por nada del mundo. Ahí es cuando la fe deja de ser un sombrero de quita y pon, y comienza a ser lo que sustenta e inspira toda nuestra vida, como lo vemos en María y en tantos santos y hombres de Dios.

Efesios 6,14ss. Manténganse firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de justicia, 15 y calzados con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. 16 Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno. 17 Tomen el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.

18 Oren en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos