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miércoles, 18 de septiembre de 2013

CADA UNO ES UN MUNDO



Hay diversos grados de tolerancia a la frustración o a las dificultades de la vida. Uno puede sufrir un serio trauma psicológico con un grado 3 de dificultad y otro ni con un grado 30 queda tan herido, por ser mucho más resistente y capaz de soportar. Las sensibilidades son distintas en cada persona, en parte por las experiencias anteriores que nos han ido capacitando o incapacitando para soportar. Los problemas o adversidades de cada día nos capacitan para la vida y para soportar adversidades mayores; mas si una persona nunca las ha tenido, no podrá tolerar ni las más pequeñas.


 

Uno puede llorar más por haber reprobado un examen que otra persona por haber perdido todos sus bienes y quedar endeudado; tal vez porque nunca antes había suspendido y estaba acostumbrado a sacar las notas más altas, por lo que aquello fue frustrante para él; mientras que el otro ya pasó muchas veces por esas situaciones, y por ello, ya no le causa tanta perturbación, pues ya aprendió a manejar ese problema.

 

Cada persona tiene distinta capacidad de enfrentar las contrariedades de la vida, como podemos ver claramente en la cotidianeidad; de ahí que cada uno reaccione de modo distinto: lo que para unos es el problema mayor que pueden tener en su vida, que les lleva a deprimirse o incluso al suicidio, para otros es algo aceptable y que hay que vivirlo sin por ello dejar de ser feliz. Hay quienes se deprimen o se quitan la vida si les tienen que mutilar una pierna o si quedan ciegos, y hay discapacitados de todo tipo más felices que muchos en perfecto estado de salud.

 


No podemos proyectarnos como hacemos habitualmente, pensando que los demás sienten y piensan como nosotros. En realidad pueden darse algunas coincidencias en modos de ver y de pensar, así como afinidad de criterios, especialmente con los que uno convive, familiares, amigos u otros, pero todos desde nuestra originalidad irrepetible, pues somos únicos y siempre podremos encontrar diferentes modos de valorar y percibir, incluso respecto a las personas más afines. No podemos tener la misma autoestima ni salud psicológica, ni las mismas capacidades, preferencias, deseos, etc.

 

Esto puede causar serios problemas de convivencia, pues donde uno es feliz el otro sería infeliz; con lo que uno puede convivir el otro no. Es entendible, pues cada uno hemos tenido desde que nacimos distinto aprendizaje de la vida, de nuestras propias experiencias, tropiezos y caídas, encuentros y desencuentros, que han marcado de modo diverso nuestra vida y, por tanto, nuestras ideas, principios y valores.

 

En definitiva, hemos de reconocer la originalidad de cada ser humano, ella se hace patente y notoria casi en todo lo que hace y piensa. Las mismas experiencias que traumatizan a unos para otros son perfectamente llevaderas y hasta deseables, y de igual modo, es única la manera que necesitará cada persona para resolver sus problemas, por lo que los psicólogos tendrán que descubrir el modo de ayudar a cada uno desde su mundo muy particular, que no es la misma forma que le sirvió para ayudar a otro con ese mismo tipo de conflicto.

 

Concluyendo meditemos qué consecuencias debe tener esta realidad en nuestras relaciones interpersonales. ¿Qué nivel de comprensión y tolerancia tengo o debo tener con los demás? ¿He sabido respetarlos y tratarlos como distintos o me empeño en que deben ser como yo quiero y pienso? ¿Pretendes alguna vez imponer? ¿Crees que puedes mejorar imponiendo a la fuerza? ¿Cómo sería adecuado educar?