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lunes, 12 de marzo de 2018

QUE BUSCAS CONOCER Y PARA QUE


Qué quieres saber, porque y para qué.
Estas preguntas son de vital importancia, pues deciden la vida y el destino de cada persona, sus valores y decisiones. La misma pregunta lleva implícita otra: ¿qué es lo que no quieres saber? Y ¿porque no lo quieres saber? ¿Porque no interesarte por conocer algo tan importante como el tema de Dios, de la vida eterna que El vino a darte? ¿Porque descartarlo sin siquiera buscarlo? ¿Porque visceralmente renuncias a buscar a Dios? ¿Por prejuicios personales causados por los dictados del comunismo y de los medios de comunicación? ¿Por las modas de turno?
Todos los siglos habrá gente primitiva que sigue cometiendo los mismos errores que cometieron los antepasados desde los orígenes, pues todos venimos al mundo con los mismos instintos y tendencias al pecado, propios de nuestra naturaleza caída, y la única manera de sobreponernos a esa torpeza y pecado sería por el conocimiento que muchos rehúsan, yéndose por el camino fácil, por lo que quedan en su ignorancia, condenados al gobierno del instinto ciego.


El que se cierra a estudiar, a conocer, a escuchar, se cierra a la luz, y queda en la oscuridad. Ha renunciado a lo que nos distingue de los animales, a las capacidades más altas del ser humano, al saber y la inteligencia que oriente las decisiones y motive la voluntad.
Es importante abrir el oído y la mente, para conocer a Dios, y todo lo que Él nos ha revelado, así como también para conocer la historia, los seres humanos, en sus aciertos y desaciertos, conocer vidas de santos y de pecadores, a donde llegan unos y otros, a donde conduce cada ideología, de modo que se puedan seleccionar y escoger las ideas que se reciben y las que no; no a ciegas, ni a lo loco, sin conocimiento básico de cada una de ellas, pues esto podría llevarnos a tomar malas decisiones, adhiriéndonos neciamente a las modas de turno, a las ideologías de los que tenemos más cerca, de modo acrítico y superficial, o simplemente al camino más fácil.
Esto puede salirnos muy caro, pues se trata del sentido de la vida, de cómo y hacia donde se orienta, de que quieres hacer con tu vida, de los logros que quisieras alcanzar. Se trata de como respondes a los interrogantes más profundos e ineludibles con los que topa todo ser humano pensante: de dónde vengo, hacia donde voy, porque y para que estoy en este mundo.
OSEAS 4,6 Mi pueblo perece
por falta de conocimiento;
y como tú rechazaste el conocimiento,
yo te rechazaré a ti de mi sacerdocio;
por haber olvidado la ley de tu Dios,
también yo me olvidaré de tus hijos.
Juan 17,3 Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.
Decía san Ignacio de Loyola: el hombre ha sido creado para conocer amar y servir a Dios y así salvar su alma.
Nuestro primer interés y esfuerzo debería ser este: buscarle y conocerle. Pues solo podemos valorar y amar lo que conocemos.

NO TE PERMITAS DAR FRUTO MALO


Los hijos de Dios estamos llamados a mostrar nuestra procedencia divina, en que amamos, incluso a los enemigos, como clarifico JS, “para que sean hijos de su Padre Celestial”, pues de lo contrario ¿Qué hacemos de extraordinario? También los paganos aman a los que les simpatizan.



Él puso en nosotros lo mejor, capacidad de reflejarle a Él, nos hizo a su imagen y semejanza, con capacidad de amar hasta dar la vida, de acoger el amor de Dios, la mejor semilla, el mejor abono, el Espíritu Santo, la palabra de Dios… y cuando fue a recoger fruto, encontró que era fruto amargo (Is 5). ¿Qué más podría haber hecho por la viña que no haya hecho? ¿Porque en lugar de dar fruto bueno dio amargo?

Permitirnos un fruto amargo atenta contra Dios, decepciona a Dios, hiere al prójimo y a toda la humanidad. Deja que entre la cizaña del enemigo al cuerpo de Cristo, y afecta a todos negativamente.

Como las vitaminas y el buen alimento fortalece todo el cuerpo, el pecado y la mentira, el dejarse llevar por los frutos de la carne -por la soberbia, avaricia, ira, envidia, lujuria, pereza- envenena al cuerpo, contamina el ambiente, te pone en el equipo del enemigo, rompe tu comunión con El, y así, te ubicas contra El, y contra toda la humanidad.

No iluminado ni guiado por la palabra de Dios y por el Espíritu Santo, sino por el hombre viejo o los engaños del maligno, te sitúas como enemigo de Cristo. No estas con El y por ende estas en contra. No recoges con Cristo y por tanto, desparramas. Te haces instrumento del enemigo.

Ten miedo de permitirte un solo fruto malo, pues te hieres a ti mismo, hieres a los hijos de Dios, a la humanidad entera y a Dios amor, al que dio la vida por ti. No te lo permitas. Cuida mucho de herir, ni voluntaria ni involuntariamente. No permitas que entre cizaña en tu corazón, porque si la dejas entrar, eso es lo que saldrá de ti, eso es lo que encontraran en ti, haciéndote así servidor de Satanás, y no de Cristo.

El que rechaza a una persona está rechazando a millones de personas que tienen la faceta que tu rechazas o peores; rechazas a Cristo mismo en ellos.