Es la triste
realidad del hombre actual –consciente de que no se puede generalizar, pues
siempre hay de todo, pero quiero que reflexionemos sobre este asunto conocido
por todos- el dejarnos llevar por la corriente (“borreguismo”) aun a sabiendas
de que no nos lleva a ningún lado, de que va guiada tan sólo por intereses económicos
de los que nos quieren vender lo bueno como lo malo, únicamente interesados en
ganar más y más, pues la mercadotecnia quiere vender lo que sea a como dé
lugar. Vender exige crear necesidades, a veces inexistentes: para vender cremas
de belleza han de crear el complejo de fealdad, presentando prototipos de
belleza ideal inalcanzables para la mayoría; para vender adelgazantes crean
primero el complejo de obesos, con el prototipo de una belleza delgada, etc.
Incluso prototipos de belleza contrario a lo natural: cejas delgadas y pestañas
grandes, boca pequeña y labios grandes, etc., creando complejos que hacen que
la gente insatisfecha busque productos y cirugías.
También la
manipulación es cultural: la exaltación de lo animal en el humano, de lo
instintivo y de los sentidos, convirtiendo en tabú el tema de valores humanos y
religiosos. Estamos en un fuerte cambio de paradigmas. Nueva “religión” o
pseudo-religiones, nuevos tabúes, nuevos principios e ideas que, con
frecuencia, más que liberar esclavizan, por la pretendida auto-redención de la
que hablan las incontables corrientes ideológicas y filosofías de la llamada “nueva era”. El yo puede convertirse en
un tirano que nos lleva por mal camino, pues no sabe bien lo que realmente le
conviene.
El relativismo ideológico
dicta algo así como: “No hay Dios, tú eres tu propio dios, haz siempre lo que
quieras, el criterio es tu gusto y capricho. Olvida y despójate de los deberes
que no te dejan vivir en paz, primero es vivir y gozar tu vida, no te molestes
con nada ni con nadie. Libérate de todo lo que te hace sentir culpable, supera
la culpa que no te deja disfrutar la vida a gusto. Deja también de todo lo que
te cuesta, lo más importante es sentirse bien a costa de lo que sea o de quien
sea, haz siempre lo que quieras...”. Así, si estamos como ovejas sin pastor,
nos manipularán con más facilidad, desde el poder y los medios, para vendernos
más y más, sin importarles el bien del pueblo, sólo el de sus propios
bolsillos. Quieren que los hombres no tengan ideologías que defender, ni
razones por las que luchar y dar la vida; es más fácil dejarse llevar como
borreguitos por las modas que nos quieran imponer, aunque no nos lleven a nada.
Se idealiza lo
fácil, lo cómodo, el bienestar físico y psicológico desde el que hay que
deshacerse de todo lo que incomoda al ego, idealizado y sobrevalorado como un
dios. Se exalta así todo lo instintivo, con lo que el hombre de hoy ha decidido
y preferido identificarse, como si de lo más loable y esencial se tratase,
aunque, paradójicamente, siembren en los hombres toda clase de complejos y de
metas inalcanzables para la mayoría, haciéndoles desear lo que no podrán
conseguir.
Se llega así al
lamentable hombre infeliz que abunda en la actualidad, con más de todo lo
material, de comodidades, salud, comida, tecnología, entretenimientos, etc. y
paradójicamente más infeliz por ser más pobre en todo lo espiritual, en valores
humanos y religiosos; un hombre cada vez más alejado de Dios y, por ende, más
deshumanizado y animalizado. Cárceles y psiquiátricos más llenos, más
delincuencia e inseguridad, más asesinatos, más violencia –incluso
intrafamiliar- más alcoholismo y drogadicción, más adicciones, más abortos,
divorcios, suicidios, depresivos, más inseguridad y fraudes de todo tipo, más
malestar e infelicidad, menos capacidad de aceptar la vida -limitada e
imperfecta como es- menos comprensión, amor, respeto, etc.
En este mundo
donde se busca desenfrenadamente el bienestar físico y material como valor
supremo, se llega así, por desgracia, a un malestar personal, familiar y
social; obviamente por buscar donde no está. “El que beba de esta agua volverá
a tener sed…” (cf. Jn 4,13s). “¿Porqué gastar plata en lo que no es pan, y
vuestro jornal en lo que no sacia?” (cf. Is 55, 1-3).
Con frecuencia los
intereses y proyectos versan tan sólo sobre el desarrollo estructural de
carreteras, edificios y demás, descuidando dimensiones más características de
lo humano como valores, afectos, fe, amor y tantas otras dimensiones típicamente
humanas y esenciales para la felicidad y para una verdadera calidad de vida.
De ahí que, en
medio del desarrollo exterior y estructural de primer mundo, se da el peor
subdesarrollo: en lo esencial, en lo interior, en los valores humanos y
espirituales, por ignorarlos y descuidarlos, lo que lleva al hombre al desamor,
a buscar la felicidad donde no la puede encontrar, llegando a niveles
importantes de deshumanización y a las mencionadas consecuencias, entre muchas
otras. Incluso numerosos obispos han llegado a mencionar la crisis económica
como consecuencia de otra crisis más profunda, la de valores humanos y
cristianos, que naturalmente está en la raíz de la desigualdad, la inseguridad,
la violencia, etc. “Doble mal ha hecho mi pueblo: a mí me dejaron, Manantial de
aguas vivas, para hacerse cisternas agrietadas, que el agua no retienen” (Jer
2,13).
Dicho sea de paso
que ese desarrollo humano o calidad de vida habría que entrecomillarlo muchas
veces, pues no es tal cuando hay que hablar de crisis de amor que lleva a
fraudes que atentan contra la vida misma: gobiernos corruptos, medicamentos que
no sirven para lo que dicen servir o con más efectos perjudiciales que
beneficiosos para la persona, crisis de verdad que conduce a que no sepamos a
quién creer, pues todo lo que dicen unos lo contradicen otros -también
“especialistas”-… Para no hablar de que ese “desarrollo y calidad humana” es
sólo para algunos, pues sigue estando fuera del alcance de muchos.
Desde esta
perspectiva hay que deshacerse de niños minusválidos, por lo que se opta por
abortar si vienen con alguna discapacidad; se ignora la moral y ética que pueda
causar exigencias y compromisos que supongan algún esfuerzo o renuncia. Se
idealiza el ego y se busca liberarlo de toda incomodidad, aun cuando ésta sea
para un bien mayor. El que piensa distinto y dice lo que no quiero escuchar,
molesta. Así, las personas se van encerrando en su individualismo, aislándose
de los demás si no es para obtener halagos y beneficios, rara vez para dar o
incomodarse con necesidades ajenas. Se enfría así el amor y aumenta la
indiferencia por los demás, llegando a la ley de la selva: “Sálvese quien
pueda”. Que el más poderoso y grande coma y explote al inferior, aunque sea
injustamente, sin reconocer sus derechos y sin escrúpulo alguno.
Se rechaza todo
sentimiento de culpa por ser molesto. Recientemente leí estadísticas
escandalosas: son más de 100.000 abortos anuales sólo en España, por poner un
ejemplo, sin contar con las que toman la píldora del día después, que también
es abortiva; más del 80% de las niñas y mujeres que abortan sufrirán depresión
por esa causa. Nueve de cada diez niños que vienen con síndrome de Down son
abortados. ¿Dónde está el amor del buen pastor por sus ovejas?
Jesús necesita de
alguien que acoja y encarne su amor, contrario al pastor asalariado al que no
le importa la suerte de sus ovejas y actúa sin velar por el bien de los demás:
“Al pueblo pan y circo, que no piense mucho; démosle a la gente todo lo que
quiera, aunque sea nocivo, aborto, drogas, armas de fuego, eutanasia,…
permitamos todo lo que pidan, sin importarnos que se hagan daño y se maten”.
¿Qué madre trataría así a sus hijos? ¿Tendrá que ver con el enfriamiento del
amor del que hablaba Jesús para los últimos tiempos?
Es decir que nos
proponen el camino de vivir como si no tuviéramos nada que corregir ni nada que
mejorar, como si ya fuéramos perfectos dioses. Se endiosa al ego, al instinto animal que busca lo
fácil y cómodo como valor supremo más que lo realmente valioso, lo que cuesta
esfuerzo o sacrificio, el reconocimiento de errores, la superación, etc.
De ahí que no
tenga la televisión, en general, nada constructivo que ofrecernos, como si el
tiempo fuera para perderlo o “matarlo”. El puro entretenimiento barato y
patético, los chismes, anuncios y malas noticias se llevan el 90% del tiempo de
nuestros canales de TV. Abundan los programas, cantos, arte, pintura, teatro
que muestran más sinsentido que otra cosa. Nada que enseñar; como si no hubiera
nada que decir.
Se hace muy poco
de constructivo y edificante, como si no hubiera nada mejor con lo que
enriquecer a la sociedad. Lo hay, y mucho, pero parece que no es eso lo que se
pretende sino todo lo contrario, y después nos lamentaremos de las
consecuencias, cuando sólo será recoger lo que estamos sembrando. El mal se
está alimentando desde los medios, pues hay toda clase de violencia y
perversidad, tanto en películas y novelas como en caricaturas al alcance de
todos, en vez de hacer algo por evitarlo y de sembrar otro tipo de valores que
en el fondo queremos la inmensa mayoría.
¿Qué se espera
recoger así? No habrá más remedio que abrir más hospitales psiquiátricos, más
cárceles para los delincuentes que este mundo seguirá generando por este
camino, ya que parece que no se quiere hacer nada por cambiar la ruta o sanar
de raíz, aunque constatemos a diario las cifras de los males en aumento. Parece
importar tan poco como el hambre de África o Asia; pocos tienen como prioridad
el resolverlo. Se prefiere invertir millones en ir al planeta Marte o incluso
en la guerra genocida -a veces por meros intereses económicos- antes que en
acabar con el hambre del mundo y con tantos otros tipos de miseria.
No quisiera
parecer negativo ni mucho menos catastrofista o pesimista. Si pongo sobre el
tapete esta realidad del barro humano, la dimensión pecadora de nuestra
condición humana, es porque tengo esperanza de que
podemos corregirnos, cambiar y mejorar. Tal vez directamente no podemos
hacer que cambien otros, pues solamente nos podemos cambiar a nosotros
mismos, y esa será la mejor manera de suscitar, invitar y motivar el cambio
de los demás. Creo que puede ser bueno considerar estas realidades difíciles o
negativas de nuestro mundo, tanto para formar un juicio crítico capaz de
distinguir el bien del mal, como para no caer en las redes de tantos tipos de
mal que existen y entran en muchos corazones. Pedro nos invita a resistir al
mal firmes en la fe (cf. 1Pe 5,8s.) es decir abriéndonos a Dios, dejando paso a
Jesús que vino a librarnos de todo eso y necesita nuestra acogida o colaboración
para lograrlo.
Lamentablemente
muchos no toman en cuenta dimensiones fundamentales del ser humano como son la
espiritual y la religiosa, que no se pueden negar, pero que desconocen y
descuidan. Parece que se ha creado un nuevo tabú, se evita toda referencia a
valores que huelan a religiosos. Se aceptan muchas verdades enseñadas por
Cristo, pero son mejor acogidas si no se hace referencia a Cristo; se vende la
música mientras no contenga referencias religiosas, aunque no diga nada o no se
entienda, o no tenga la calidad que tiene mucha música cristiana. Parece que
hoy se acepta y se vende más fácil el satanismo, como cualquier otra brujería o
superstición barata, a diario en televisión y revistas. En cambio el
cristianismo está relegado, mal visto por muchos en la cultura actual,
construida, en gran parte, desde los medios de comunicación y con una buena
dosis de cristofobia.
Y este lavado de cerebro, del que casi
no se habla, ha logrado su objetivo de tener bien domesticados a muchos, en sus
parámetros superficiales, vistiendo lo que se les dicta y haciendo lo
que se les impone como dóciles borreguitos, pensando lo que se otros quieren,
contentos con los juguetitos que se les da para que se entretengan y no piensen
mucho –pues así se manejan más fácilmente- ignorando el sentido de sus vidas y
su propia vocación a la libertad y, por ende, sin ninguna ambición de salir del
“gallinero” ni de volar más alto, pues se consideran gallinas siendo águilas,
como relata la conocida parábola del aguilucho criado en un gallinero.
Aunque se escuchen
las mismas ideas, serán más escuchadas y aplaudidas si son dadas desde
escenarios distintos a los templos religiosos y evitando toda referencia
religiosa, pues la mentalidad actual (también conocida como construcción social
del conocimiento) ha logrado recientemente que sea mal vista la religión. Mejor
se va a una conferencia de autoayuda que a otra con un título que huela a
religión, aunque el contenido fuera el mismo. Mejor se asiste si la conferencia
es dada por una persona que no sea religiosa, etc. Y luego aún se atreverán a
reclamar a Dios que les abandonó, cuando fueron ellos que lo echaron de sus
vidas a patadas.
Hemos sacado a
Dios de nuestros corazones, de nuestras casas, de nuestra vida, lo encerramos
en los templos y que no haya referencias a Él fuera de ellos; cuando Él quiso
que lo sacáramos de ahí y lo lleváramos a la vida. Sin embargo no se permiten
imágenes religiosas en instituciones públicas como hospitales, escuelas,
oficinas de gobierno o bancos; no se vende música cristiana en tiendas de
música, están prohibidos los canales de radio y televisión abierta cristianos
en muchos países; difícilmente se encuentran en muchos países postales de
Navidad con la Sagrada Familia, que es el motivo de esta festividad, ya que se
han substituido por papá Noel o arbolitos de nieve. Y luego ¿le reclamaremos a
Dios que se alejó y nos dejó? Es Él quien no deja de buscarnos y perseguirnos y
nosotros quienes huimos y lo sacamos de nuestra vida, endiosándonos a nosotros
mismos y sin dejarle a Él ser nuestro Dios y Señor.
¿Cómo definirías calidad de vida? ¿Crees que la
tienes en tu vida, en tu familia, en tu contexto social? ¿Qué harías para
mejorarla?
¿Cómo está tu nivel de felicidad? ¿Crees que está
relacionada con la calidad humana? ¿Por qué? ¿Cómo?
¿Cómo está el amor en tu corazón, fuerte o débil?
Hacia ti mismo, hacia tu familia, amigos,… ¿Qué se puede hacer para
fortalecerlo? ¿Crees que tendrá relación con la calidad humana y la felicidad?
¿Qué hacer para sacar a Dios de los templos y
traerlo a la vida cotidiana, para que no se convierta en un nuevo tabú del que
no se pueda ni hablar?