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martes, 2 de junio de 2015

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HOMBRE MANIPULADO




Es la triste realidad del hombre actual –consciente de que no se puede generalizar, pues siempre hay de todo, pero quiero que reflexionemos sobre este asunto conocido por todos- el dejarnos llevar por la corriente (“borreguismo”) aun a sabiendas de que no nos lleva a ningún lado, de que va guiada tan sólo por intereses económicos de los que nos quieren vender lo bueno como lo malo, únicamente interesados en ganar más y más, pues la mercadotecnia quiere vender lo que sea a como dé lugar. Vender exige crear necesidades, a veces inexistentes: para vender cremas de belleza han de crear el complejo de fealdad, presentando prototipos de belleza ideal inalcanzables para la mayoría; para vender adelgazantes crean primero el complejo de obesos, con el prototipo de una belleza delgada, etc. Incluso prototipos de belleza contrario a lo natural: cejas delgadas y pestañas grandes, boca pequeña y labios grandes, etc., creando complejos que hacen que la gente insatisfecha busque productos y cirugías.

También la manipulación es cultural: la exaltación de lo animal en el humano, de lo instintivo y de los sentidos, convirtiendo en tabú el tema de valores humanos y religiosos. Estamos en un fuerte cambio de paradigmas. Nueva “religión” o pseudo-religiones, nuevos tabúes, nuevos principios e ideas que, con frecuencia, más que liberar esclavizan, por la pretendida auto-redención de la que hablan las incontables corrientes ideológicas y filosofías de la llamada “nueva era”. El yo puede convertirse en un tirano que nos lleva por mal camino, pues no sabe bien lo que realmente le conviene.

El relativismo ideológico dicta algo así como: “No hay Dios, tú eres tu propio dios, haz siempre lo que quieras, el criterio es tu gusto y capricho. Olvida y despójate de los deberes que no te dejan vivir en paz, primero es vivir y gozar tu vida, no te molestes con nada ni con nadie. Libérate de todo lo que te hace sentir culpable, supera la culpa que no te deja disfrutar la vida a gusto. Deja también de todo lo que te cuesta, lo más importante es sentirse bien a costa de lo que sea o de quien sea, haz siempre lo que quieras...”. Así, si estamos como ovejas sin pastor, nos manipularán con más facilidad, desde el poder y los medios, para vendernos más y más, sin importarles el bien del pueblo, sólo el de sus propios bolsillos. Quieren que los hombres no tengan ideologías que defender, ni razones por las que luchar y dar la vida; es más fácil dejarse llevar como borreguitos por las modas que nos quieran imponer, aunque no nos lleven a nada.

Se idealiza lo fácil, lo cómodo, el bienestar físico y psicológico desde el que hay que deshacerse de todo lo que incomoda al ego, idealizado y sobrevalorado como un dios. Se exalta así todo lo instintivo, con lo que el hombre de hoy ha decidido y preferido identificarse, como si de lo más loable y esencial se tratase, aunque, paradójicamente, siembren en los hombres toda clase de complejos y de metas inalcanzables para la mayoría, haciéndoles desear lo que no podrán conseguir.

Se llega así al lamentable hombre infeliz que abunda en la actualidad, con más de todo lo material, de comodidades, salud, comida, tecnología, entretenimientos, etc. y paradójicamente más infeliz por ser más pobre en todo lo espiritual, en valores humanos y religiosos; un hombre cada vez más alejado de Dios y, por ende, más deshumanizado y animalizado. Cárceles y psiquiátricos más llenos, más delincuencia e inseguridad, más asesinatos, más violencia –incluso intrafamiliar- más alcoholismo y drogadicción, más adicciones, más abortos, divorcios, suicidios, depresivos, más inseguridad y fraudes de todo tipo, más malestar e infelicidad, menos capacidad de aceptar la vida -limitada e imperfecta como es- menos comprensión, amor, respeto, etc.

En este mundo donde se busca desenfrenadamente el bienestar físico y material como valor supremo, se llega así, por desgracia, a un malestar personal, familiar y social; obviamente por buscar donde no está. “El que beba de esta agua volverá a tener sed…” (cf. Jn 4,13s). “¿Porqué gastar plata en lo que no es pan, y vuestro jornal en lo que no sacia?” (cf. Is 55, 1-3).

Con frecuencia los intereses y proyectos versan tan sólo sobre el desarrollo estructural de carreteras, edificios y demás, descuidando dimensiones más características de lo humano como valores, afectos, fe, amor y tantas otras dimensiones típicamente humanas y esenciales para la felicidad y para una verdadera calidad de vida.

De ahí que, en medio del desarrollo exterior y estructural de primer mundo, se da el peor subdesarrollo: en lo esencial, en lo interior, en los valores humanos y espirituales, por ignorarlos y descuidarlos, lo que lleva al hombre al desamor, a buscar la felicidad donde no la puede encontrar, llegando a niveles importantes de deshumanización y a las mencionadas consecuencias, entre muchas otras. Incluso numerosos obispos han llegado a mencionar la crisis económica como consecuencia de otra crisis más profunda, la de valores humanos y cristianos, que naturalmente está en la raíz de la desigualdad, la inseguridad, la violencia, etc. “Doble mal ha hecho mi pueblo: a mí me dejaron, Manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas agrietadas, que el agua no retienen” (Jer 2,13).

Dicho sea de paso que ese desarrollo humano o calidad de vida habría que entrecomillarlo muchas veces, pues no es tal cuando hay que hablar de crisis de amor que lleva a fraudes que atentan contra la vida misma: gobiernos corruptos, medicamentos que no sirven para lo que dicen servir o con más efectos perjudiciales que beneficiosos para la persona, crisis de verdad que conduce a que no sepamos a quién creer, pues todo lo que dicen unos lo contradicen otros -también “especialistas”-… Para no hablar de que ese “desarrollo y calidad humana” es sólo para algunos, pues sigue estando fuera del alcance de muchos.

Desde esta perspectiva hay que deshacerse de niños minusválidos, por lo que se opta por abortar si vienen con alguna discapacidad; se ignora la moral y ética que pueda causar exigencias y compromisos que supongan algún esfuerzo o renuncia. Se idealiza el ego y se busca liberarlo de toda incomodidad, aun cuando ésta sea para un bien mayor. El que piensa distinto y dice lo que no quiero escuchar, molesta. Así, las personas se van encerrando en su individualismo, aislándose de los demás si no es para obtener halagos y beneficios, rara vez para dar o incomodarse con necesidades ajenas. Se enfría así el amor y aumenta la indiferencia por los demás, llegando a la ley de la selva: “Sálvese quien pueda”. Que el más poderoso y grande coma y explote al inferior, aunque sea injustamente, sin reconocer sus derechos y sin escrúpulo alguno.

Se rechaza todo sentimiento de culpa por ser molesto. Recientemente leí estadísticas escandalosas: son más de 100.000 abortos anuales sólo en España, por poner un ejemplo, sin contar con las que toman la píldora del día después, que también es abortiva; más del 80% de las niñas y mujeres que abortan sufrirán depresión por esa causa. Nueve de cada diez niños que vienen con síndrome de Down son abortados. ¿Dónde está el amor del buen pastor por sus ovejas?

Jesús necesita de alguien que acoja y encarne su amor, contrario al pastor asalariado al que no le importa la suerte de sus ovejas y actúa sin velar por el bien de los demás: “Al pueblo pan y circo, que no piense mucho; démosle a la gente todo lo que quiera, aunque sea nocivo, aborto, drogas, armas de fuego, eutanasia,… permitamos todo lo que pidan, sin importarnos que se hagan daño y se maten”. ¿Qué madre trataría así a sus hijos? ¿Tendrá que ver con el enfriamiento del amor del que hablaba Jesús para los últimos tiempos?

Es decir que nos proponen el camino de vivir como si no tuviéramos nada que corregir ni nada que mejorar, como si ya fuéramos perfectos dioses. Se endiosa al ego, al instinto animal que busca lo fácil y cómodo como valor supremo más que lo realmente valioso, lo que cuesta esfuerzo o sacrificio, el reconocimiento de errores, la superación, etc.

De ahí que no tenga la televisión, en general, nada constructivo que ofrecernos, como si el tiempo fuera para perderlo o “matarlo”. El puro entretenimiento barato y patético, los chismes, anuncios y malas noticias se llevan el 90% del tiempo de nuestros canales de TV. Abundan los programas, cantos, arte, pintura, teatro que muestran más sinsentido que otra cosa. Nada que enseñar; como si no hubiera nada que decir.

Se hace muy poco de constructivo y edificante, como si no hubiera nada mejor con lo que enriquecer a la sociedad. Lo hay, y mucho, pero parece que no es eso lo que se pretende sino todo lo contrario, y después nos lamentaremos de las consecuencias, cuando sólo será recoger lo que estamos sembrando. El mal se está alimentando desde los medios, pues hay toda clase de violencia y perversidad, tanto en películas y novelas como en caricaturas al alcance de todos, en vez de hacer algo por evitarlo y de sembrar otro tipo de valores que en el fondo queremos la inmensa mayoría.

¿Qué se espera recoger así? No habrá más remedio que abrir más hospitales psiquiátricos, más cárceles para los delincuentes que este mundo seguirá generando por este camino, ya que parece que no se quiere hacer nada por cambiar la ruta o sanar de raíz, aunque constatemos a diario las cifras de los males en aumento. Parece importar tan poco como el hambre de África o Asia; pocos tienen como prioridad el resolverlo. Se prefiere invertir millones en ir al planeta Marte o incluso en la guerra genocida -a veces por meros intereses económicos- antes que en acabar con el hambre del mundo y con tantos otros tipos de miseria.

No quisiera parecer negativo ni mucho menos catastrofista o pesimista. Si pongo sobre el tapete esta realidad del barro humano, la dimensión pecadora de nuestra condición humana, es porque tengo esperanza de que podemos corregirnos, cambiar y mejorar. Tal vez directamente no podemos hacer que cambien otros, pues solamente nos podemos cambiar a nosotros mismos, y esa será la mejor manera de suscitar, invitar y motivar el cambio de los demás. Creo que puede ser bueno considerar estas realidades difíciles o negativas de nuestro mundo, tanto para formar un juicio crítico capaz de distinguir el bien del mal, como para no caer en las redes de tantos tipos de mal que existen y entran en muchos corazones. Pedro nos invita a resistir al mal firmes en la fe (cf. 1Pe 5,8s.) es decir abriéndonos a Dios, dejando paso a Jesús que vino a librarnos de todo eso y necesita nuestra acogida o colaboración para lograrlo.

Lamentablemente muchos no toman en cuenta dimensiones fundamentales del ser humano como son la espiritual y la religiosa, que no se pueden negar, pero que desconocen y descuidan. Parece que se ha creado un nuevo tabú, se evita toda referencia a valores que huelan a religiosos. Se aceptan muchas verdades enseñadas por Cristo, pero son mejor acogidas si no se hace referencia a Cristo; se vende la música mientras no contenga referencias religiosas, aunque no diga nada o no se entienda, o no tenga la calidad que tiene mucha música cristiana. Parece que hoy se acepta y se vende más fácil el satanismo, como cualquier otra brujería o superstición barata, a diario en televisión y revistas. En cambio el cristianismo está relegado, mal visto por muchos en la cultura actual, construida, en gran parte, desde los medios de comunicación y con una buena dosis de cristofobia.

Y este lavado de cerebro, del que casi no se habla, ha logrado su objetivo de tener bien domesticados a muchos, en sus parámetros superficiales, vistiendo lo que se les dicta y haciendo lo que se les impone como dóciles borreguitos, pensando lo que se otros quieren, contentos con los juguetitos que se les da para que se entretengan y no piensen mucho –pues así se manejan más fácilmente- ignorando el sentido de sus vidas y su propia vocación a la libertad y, por ende, sin ninguna ambición de salir del “gallinero” ni de volar más alto, pues se consideran gallinas siendo águilas, como relata la conocida parábola del aguilucho criado en un gallinero.

Aunque se escuchen las mismas ideas, serán más escuchadas y aplaudidas si son dadas desde escenarios distintos a los templos religiosos y evitando toda referencia religiosa, pues la mentalidad actual (también conocida como construcción social del conocimiento) ha logrado recientemente que sea mal vista la religión. Mejor se va a una conferencia de autoayuda que a otra con un título que huela a religión, aunque el contenido fuera el mismo. Mejor se asiste si la conferencia es dada por una persona que no sea religiosa, etc. Y luego aún se atreverán a reclamar a Dios que les abandonó, cuando fueron ellos que lo echaron de sus vidas a patadas.

Hemos sacado a Dios de nuestros corazones, de nuestras casas, de nuestra vida, lo encerramos en los templos y que no haya referencias a Él fuera de ellos; cuando Él quiso que lo sacáramos de ahí y lo lleváramos a la vida. Sin embargo no se permiten imágenes religiosas en instituciones públicas como hospitales, escuelas, oficinas de gobierno o bancos; no se vende música cristiana en tiendas de música, están prohibidos los canales de radio y televisión abierta cristianos en muchos países; difícilmente se encuentran en muchos países postales de Navidad con la Sagrada Familia, que es el motivo de esta festividad, ya que se han substituido por papá Noel o arbolitos de nieve. Y luego ¿le reclamaremos a Dios que se alejó y nos dejó? Es Él quien no deja de buscarnos y perseguirnos y nosotros quienes huimos y lo sacamos de nuestra vida, endiosándonos a nosotros mismos y sin dejarle a Él ser nuestro Dios y Señor.

¿Cómo definirías calidad de vida? ¿Crees que la tienes en tu vida, en tu familia, en tu contexto social? ¿Qué harías para mejorarla?

¿Cómo está tu nivel de felicidad? ¿Crees que está relacionada con la calidad humana? ¿Por qué? ¿Cómo?

¿Cómo está el amor en tu corazón, fuerte o débil? Hacia ti mismo, hacia tu familia, amigos,… ¿Qué se puede hacer para fortalecerlo? ¿Crees que tendrá relación con la calidad humana y la felicidad?

¿Qué hacer para sacar a Dios de los templos y traerlo a la vida cotidiana, para que no se convierta en un nuevo tabú del que no se pueda ni hablar?