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miércoles, 8 de septiembre de 2010

ULTIMA CENA


EUCARISTÍA SAN JUSTINO S.II

DESPUÉS DE UNOS MESES QUE NO PODÍA AÑADIR NADA, VEO QUE YA SE PUEDE.
COMIENZO CON UN TEXTO DEL SIGLO SEGUNDO, OSEA CRISTIANOS FORMADOS POR LOS APÓSTOLES, PARA QUE VEAS CÓMO CELEBRABAN LA MISA DESDE EL PRINCIPIO:

A este alimento lo llamamos Eucaristía. A nadie le es lícito participar si no cree que nuestras enseñanzas son verdaderas, ha sido lavado en el baño de la remisión de los pecados y la regeneración, y vive conforme a lo que Cristo nos enseñó. Porque no los tomamos como pan o bebida comunes, sino que, así como Jesucristo, Nuestro Salvador, se encarnó por virtud del Verbo de Dios para nuestra salvación, del mismo modo nos han enseñado que esta comida—de la cual se alimentan nuestra carne y nuestra sangre—es la Carne y la Sangre del mismo Jesús encarnado, pues en esos alimentos se ha realizado el prodigio mediante la oración que contiene las palabras del mismo Cristo. Los Apóstoles—en sus comentarios, que se llaman Evangelios—nos transmitieron que así se lo ordenó Jesús cuando, tomó el pan y, dando gracias, dijo: Haced esto en conmemoración mía; esto es mi Cuerpo. Y de la misma manera, tomando el cáliz dio gracias y dijo: ésta es mi Sangre. Y sólo a ellos lo entregó (...).
Nosotros, en cambio, después de esta iniciación, recordamos estas cosas constantemente entre nosotros. Los que tenemos, socorremos a todos los necesitados y nos asistimos siempre los unos a los otros. Por todo lo que comemos, bendecimos siempre al Hacedor del universo a través de su Hijo Jesucristo y por el Espíritu Santo.

El día que se llama del sol [el domingo], se celebra una reunión de todos los que viven en las ciudades o en los campos, y se leen los recuerdos de los Apóstoles o los escritos de los profetas, mientras hay tiempo. Cuando el lector termina, el que hace cabeza nos exhorta con su palabra y nos invita a imitar aquellos ejemplos. Después nos levantamos todos a una, y elevamos nuestras oraciones. Al terminarlas, se ofrece el pan y el vino con agua como ya dijimos, y el que preside, según sus fuerzas, también eleva sus preces y acciones de gracias, y todo el pueblo exclama: Amén. Entonces viene la distribución y participación de los alimentos consagrados por la acción de gracias y su envío a los ausentes por medio de los diáconos.

Los que tienen y quieren, dan libremente lo que les parece bien; lo que se recoge se entrega al que hace cabeza para que socorra con ello a huérfanos y viudas, a los que están necesitados por enfermedad u otra causa, a los encarcelados, a los forasteros que están de paso: en resumen, se le constituye en proveedor para quien se halle en la necesidad. Celebramos esta reunión general el día del sol, por ser el primero, en que Dios, transformando las tinieblas y la materia, hizo el mundo; y también porque es el día en que Jesucristo, Nuestro Salvador, resucitó de entre los muertos; pues hay que saber que le entregaron en el día anterior al de Saturno [sábado], y en el siguiente—que es el día del sol—, apareciéndose a sus Apóstoles y discípulos, nos enseñó esta misma doctrina que exponemos a vuestro examen

jueves, 3 de junio de 2010

DIOS TE LLAMA

RESPETO Y EVANGELIZACIÓN

El Evangelio no se impone, sólo se propone, decía Juan Pablo II. Jesús así lo hizo, tratando con sumo respeto tanto a romanos como a judíos, a creyentes y a pecadores públicos. Se hizo amigo de todos y fue criticado por ello. Sumo respeto incluso a los que, sin conocerle ni ser de los suyos, expulsaban demonios en su nombre (Mc 9,38-40).

No podemos imponer la fe a nadie. La hemos de contagiar con palabras y testimonio de vida nueva en Cristo, con el amor de Jesús. Respetando como hijos de Dios a todos: sin importar credo, religión, raza, nacionalidad ni estatus de vida. Solamente así daremos un testimonio que les cuestionará y les atraerá hacia Jesús, cosa que obstaculizaríamos si actuásemos de otro modo, con prepotencia o pretensión de imponer nuestra fe.

Es posible ser amigo de musulmanes y de hindúes, de ateos y hermanos separados. Cristo, a lo primero que nos capacita es a vivir en comunión, con las diferencias que nos caracterizan. Nos capacita para vivir en el respeto y amor a todos, hombre y mujer, judío y griego, creyente y ateo. Con mucha más razón con otros cristianos, aunque sean hermanos separados que, a veces, algunos parecen mirar peor que a los ateos, cosa que creo que no debería ser, ya que comparten nuestra fe en Cristo y en la Palabra de Dios, lo cual es mucha ventaja sobre los no creyentes.

“Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer; ya que todos sois uno en Cristo Jesús” (Ga 3,26-28).

¿Conoces alguna persona de otra religión o de otra confesión cristiana? ¿Qué crees que pueden opinar de ti? ¿Qué testimonio te dan ellos y qué testimonio les das tú? ¿Crees que sería posible una amistad con ellos?
¿Qué preferirías para una de tus hijas, que se casara con un ateo, con un agnóstico o con un cristiano no católico?

jueves, 18 de marzo de 2010

EL PECADO


¿QUÉ ES PECADO?
Ni la misma Palabra de Dios ni la Iglesia puede hacernos una lista de lo que está bien y de lo que está mal o es pecado, pues eso depende de muchos factores, de la situación, del conocimiento o desconocimiento, de la mayor o menor intención, del mayor o menor daño que se provoque, del contexto, intención, motivación, talentos, etc. Por lo que podemos decir que el pecado no está en los actos por sí mismos, sino en las actitudes que están detrás de los actos, en la mentalidad con que se hace algo.


De ahí que dos personas haciendo lo mismo, uno puede estar pecando y el otro no. Puede haber robos que no son pecado, pues son para aliviar una necesidad vital, como decían ya los santos padres en muchas ocasiones. Así, también se puede matar sin pecar, cuando es en defensa propia, por ejemplo,… No podemos, pues, dar respuesta a la típica pregunta simplista: ¿hacer esto es pecado? Solo Dios lo sabe, pues solo Él ve el corazón.


En el siguiente pasaje tenemos una muestra clara de esto. Incluso lo que en principio no es pecado, podría serlo en determinadas circunstancias; Así es el caso del comer carne que en sí no tiene nada de malo pero podría tenerlo si con ello hiero la conciencia de alguien que cree que es pecado hacerlo, por lo que los escandalizo.
Rm 14: La comprensión entre hermanos
Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones. 2 Porque uno cree que puede comer de todo y el débil come sólo verduras. 3 El que come no menosprecie al que no come, y el que no come no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido. 4 Tú, ¿Quién eres que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie o cae; pero será afirmado, porque poderoso es el Señor para afirmarle. 5 Mientras que uno hace diferencia entre día y día, otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté convencido en su propia mente.
6 El que hace caso del día, para el Señor lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios. 7 Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. 8 Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, sea que vivamos o que muramos, somos del Señor. 9 Porque Cristo para esto murió y vivió, para ser el Señor así de los muertos como de los que viven.
10 Pero tú, ¿Por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿Por qué menosprecias a tu hermano? Pues todos compareceremos ante el tribunal de Dios, 11 porque está escrito: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios.
12 De manera que cada uno de nosotros rendirá cuenta a Dios de sí mismo.
13 Así que, no nos juzguemos más los unos a los otros; más bien, determinad no poner tropiezo, impedimento u obstáculo al hermano. 14 Yo sé, y estoy persuadido en el Señor Jesús, que nada hay inmundo en sí; pero para aquel que estima que algo es inmundo, para él sí lo es. 15 Pues si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. No arruines por tu comida a aquel por quien Cristo murió.
16 Por tanto, no dejéis que se hable mal de lo que para vosotros es bueno; 17 porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. 18 Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios y es aprobado por los hombres.
19 Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación. 20 No destruyas la obra de Dios por causa de la comida. A la verdad, todas las cosas son limpias; pero es malo que un hombre cause tropiezo por su comida. 21 Bueno es no comer carne, ni beber vino, ni hacer nada en que tropiece tu hermano.
22 La fe que tú tienes, tenla para contigo mismo delante de Dios. Dichoso el que no se condena a sí mismo con lo que aprueba. Pero el que come dudando, se condena, porque no obra conforme a la fe; pues todo lo que no procede de la buena fe es pecado (Rm 14).


Así que, los que somos más fuertes debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no agradarnos a nosotros mismos. 2 Cada uno de nosotros agrade a su prójimo para el bien, con miras a la edificación” (Rm 15,1s).
Este texto también nos da una buena lección de ecumenismo y de valorar más la unidad que las diferencias de opinión. Respetemos las diversas opiniones: de si juzgan permitido o prohibido trabajar en sábado, de si juzgan bien o mal comer carne de cerdo, etc., para el Señor y por Él lo hacen; no los juzgues ni los escandalices haciendo ante ellos lo que ellos creen que no se debe hacer. El mismo Jesús respetó esas prácticas judías -salvo cuando podían redundar en daño para alguien- como respeta y acepta nuestras prácticas actuales y las de cada época. Hemos de ser respetuosos con esas mediaciones diversas sin aferrarnos a uno u otro modo de practicar la fe.


¿Qué enseñanzas te deja este texto bíblico? ¿Qué te ha llamado más la atención? ¿Qué mensajes encuentras en él?
Piensa en algún ejemplo de cómo algo que no es pecado en sí, puede serlo en determinadas circunstancias. Compártelo.
¿Cómo definirías pecado?

sábado, 27 de febrero de 2010

JESUS TE HABLA HOY


CÓMO CREER
No me refiero con esta pregunta a qué hacer para creer en Dios, pues tengo clara la sencilla respuesta que nos da Dios en su Palabra: Escucharle. “¿Pues cómo creerán en alguien de quien no han oído?... La fe viene por la predicación de la Palabra de Dios” (cf. Rm 10,14-17). De lo que aquí quiero reflexionar es de los modos diversos de creer en Dios que hay en la misma Iglesia católica.

Se puede creer de muchas maneras, tantas como concepciones de Dios se tengan. Desde quien concibe a Dios castigador o justiciero que tenderá a reproducir ese patrón y a vivir exigiendo cumplimientos, hasta quien concibe a Dios bondad y misericordia, que vivirá su fe de modo muy distinto y actuará diferente del caso anterior… ¿Cómo saber de Dios, cómo conocer lo que Él es y quiere de nosotros? No tenemos otra revelación de Dios más que la manifestada en la Biblia y mediante la Tradición de la Iglesia. Pero hemos de hacer una correcta interpretación, siempre a la luz de Cristo, que es la plenitud de la revelación. No podemos inventarnos a Dios, ni crearlo a nuestra imagen. Él se reveló en Cristo. Simplemente hemos de saber escuchar para conocerlo, amarlo y vivirlo.


Habría que señalar junto a la Sagrada Escritura, la importancia de la Tradición, pues Dios nos habla de manera especial por ambos medios: Biblia y Tradición. Claro está que también nos puede hablar por la propia conciencia, por cualquier persona, como por las circunstancias; pero el criterio para discernir lo que es o no es de Dios vendrá de la Palabra y de la Tradición. La Tradición sería el modo en que los primeros cristianos interpretaron y vivieron la Palabra de Dios, por lo que es como la lente para poder leer correctamente la Biblia y no caer en la infinidad de interpretaciones erróneas que podrían hacerse y se hacen, especialmente por quienes no gozan de comunión con el sucesor de Pedro y por tanto están fuera de la fe apostólica -o fe de los apóstoles- que se conserva en la Iglesia, gracias a la Tradición y el Magisterio.


Creo que hemos de ser humildes, bajarnos del endiosamiento en el que tan fácilmente nos montamos, reconocer que somos simples creaturas, con muy poco acceso a conocimientos de lo eterno, y con sólo cinco sentidos para percibir algo del mundo que nos rodea. Ni siquiera podemos fiarnos tanto de nuestra lógica humana, como muchas veces hacemos; la realidad, y especialmente la espiritual, rebasa con mucho nuestra lógica racional.


La soberbia humana nos lleva a creernos en posesión de la verdad absoluta, fiándonos más de nosotros mismos que de la Palabra de Dios. Esto creo que está en la raíz de la diversidad de concepciones de Dios y modos de creer que encontramos actualmente dentro de la misma Iglesia católica. Tantas nociones de Dios como personas, cada uno a su manera. Es normal que el agua tome la forma del recipiente que la contiene, pero ha de seguir siendo agua. Somos recipientes muy diversos, pero lo importante es recibir el agua viva de la fe sin mezclas, añadidos ni supresiones, no fiándonos más del propio criterio que del mismo Dios en su Palabra, o de la Iglesia de Cristo, que recibió la misión de custodiar el depósito de la fe trasmitida por los apóstoles.


No porque parezca ilógico que seamos el único planeta habitado, siendo tan inmenso el universo, podemos deducir que hay más planetas habitados. No porque el infierno, el cielo, Dios o el diablo choquen con nuestros razonamientos humanos, vamos a negar su existencia. Sería demasiado atrevimiento de nuestra parte. Sería como endiosar a nuestra razón lógica, que da mucha cabida a lo irracional –como haría en este caso, sacando tales deducciones sin fundamento consistente- por encima de las verdades reveladas. Y como Él nos dice, su amor excede todo conocimiento. La última palabra no la tiene el yo de nadie, sino Él, que se reveló en la historia, y tal revelación se recopila en lo que conocemos como Sagrada Escritura. “Cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mc 13,31).


No que tengamos que anular nuestra razón, inteligencia o entendimiento. Por el contrario, hemos de ponerlas al servicio de la fe, para dar razón de ella, pues no son incompatibles. La fe es razonable, aunque siempre supera y excede la razón. La razón no puede encasillar y limitar a Dios en el lenguaje y conceptos humanos. Él excede nuestro conocimiento y capacidad de comprensión, como todas las realidades de lo eterno, del más allá, que para nosotros, como humanos, seguirá siendo misterio desconocido. La razón ha de estar al servicio de la fe, pero no pretender encasillarla y acotarla. No está por encima, sino por debajo, a su servicio, sin poder agotar toda la comprensión posible de Dios, pues le supera.


¿He puesto mi inteligencia al servicio de la fe? ¿Cómo y cuándo lo hago?
¿Qué importancia tiene razonar nuestra fe? (1Pe 3,15)
¿Puede su amor infinito permitir la cruz de su Hijo? ¿Por qué? ¿Cómo entiende Dios el amor? ¿Y cómo entiende la muerte?

JESUS TE HABLA HOY


LLAMADO A LA SALVACIÓN POR LA FE


JESÚS NOS LLAMA A CREER EN ÉL


Todas las quejas de Jesús en los Evangelios son sobre la falta de fe de los que le rodean. Es lo que nos muestran claramente frases como: “Hombres de poca fe, ¿por qué dudasteis?”, “Generación incrédula, ¿hasta cuándo tendré que soportaros?”, “Creéis en Dios, creed también en mí”, “Porque has visto has creído, felices los que crean sin haber visto”,…


No es que Jesús nos invite a una fe irracional y temeraria, como muchos piensan. Jesús les dio muchas razones para creer en Él, por ello les dijo: “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed por las obras y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre” (Jn 10, 37s). “Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mi. Al menos, creedlo por las obras” (Jn 14,11).


Su palabra y sus obras, su vida entera, sus señales milagrosas, como también los evangelios, que nos dan tantos motivos para creer, viendo en Él el cumplimiento de las profecías, son motivos más que suficientes para fundar nuestra fe. Pero no nos bastarían si no decidimos creer, para poderlo experimentar vivo en nosotros. Al vivir su palabra, al creerlo y reconocerlo vivo, experimentaremos la vida nueva que Él da, y sólo así lo conoceremos y tendremos fe verdadera, bien fundada en experiencia personal; así, ninguna teoría, ni siquiera las amenazas, podrá tambalearla. “Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8,31s).
No, no debe ser sin fundamento nuestra fe, eso sería muy peligroso. No podemos creer cualquier cosa, necesitamos tener experiencia de algo para poderlo creer, de lo contrario creeríamos igual a Dios que al diablo, irracionalmente, enterrando el talento más grande e importante que Dios nos dio y que nos distingue del resto de animales: la inteligencia. Jesús se confronta con los que incluso viendo y experimentando su poder se niegan a creer, no quieren aceptarlo, cerrándose así a la salvación y Vida que Él nos trae.


Obviamente necesitamos experimentar a Dios, conocerle, ser capaces de dar razón de nuestra fe y esperanza, como nos pide la Palabra (cf. 1Pe 3, 15). De lo contrario no tendría fundamento, y tan fácil como creímos podríamos dejar de creer, pues una fe sin conocimiento ni experiencia, ¿de qué nos serviría? No podríamos vivirla sin conocerla, como no puede hacer nadie la voluntad de Dios si la ignora y si no se le escucha cada día. No podríamos dar a nadie razón de nuestra fe y fácilmente nos podrían convertir a cualquier otra fe, sea de esoterismos, sectas, o a cualquier otra pseudo-religión. Como decía San Francisco de Asís: “De Dios conocemos lo que experimentamos”.


Una fe sin un sustento, sólido y experiencial, sería temeraria, como lo es el creer a cualquier vendedor o a cualquier persona. Hoy en día abunda la mentira y el engaño. Jesús llamó padre de la mentira al diablo, también tratado como príncipe de este mundo, y tiene muchos instrumentos humanos para propagar engaños y mentiras. Hemos de ser muy críticos y precavidos para no comer de ese veneno que tanto daño puede hacernos, tanto a nosotros como a nuestras relaciones. Necesitamos mucho cuidado con los engaños, que son la cizaña que siembra el enemigo por doquier y cada día más, pues si la recibes como verdad, puede hacerte mucho daño.


Parece que, como en todos los tiempos, seguimos siendo personas sin inteligencia, de dura cerviz para comprender y acoger las enseñanzas de Dios (cf. Ex 32,9; Dt 31,27; Hch 7,51), dejando de lado lo fundamental y aferrándonos a cosas secundarias; menospreciando el manantial de aguas vivas para apegarnos a cisternas agrietadas que no retienen el agua (cf. Jer 2,13) buscando donde no está y comiendo lo que no alimenta o incluso nos hace daño (cf. Is 55,1-3). Así muchos siguen siendo escrupulosos con cualquier placer de los sentidos, como si fuera pecado, sin darse cuenta de verdaderos pecados con los que realmente ofenden a Dios, pues desoyen su voz. Como le decía Jesús a los fariseos, que cuelan un mosquito y se tragan un camello (cf. Mt 23,24) es decir, escrupulosos con el cumplimiento de normas humanas, muchas de ellas, y dejan de cumplir mandamientos más importantes como el amor al prójimo, que es lo más subrayado por Jesús; pero la soberbia y egocentrismo ciega al hombre, por lo que deja entrar la mentira con tanta facilidad, sin darse ni cuenta (cf. Ap 3,17-20).


¿Puedo prescindir de personas o cosas menos de Dios? Él es la verdadera media naranja de todos y cada uno; es Él quien nos complementa y plenifica. Él es el Señor, y no puedo tener otro señor, otro guía y maestro que Él (cf. Mt 23,8-10) y los que me hablen en su nombre, pues están en Él, siendo sus instrumentos humanos. Pero únicamente por acción del Espíritu Santo se puede aceptar y reconocer a Jesús como Señor (cf. 1Co 12,3) y nadie puede abrirse al Espíritu Santo sin la fe (cf. Jn 1,12; 7,39) y nadie puede tener la fe verdadera si no se le predica la Palabra de Dios (Rm 10,14.17).


¿Reconoces algún engaño o mentira tenida por cierta, en ti, en tu familia, en tu contexto y sociedad? ¿Qué es lo que más se valora en nuestro mundo y qué es lo que realmente vale más a los ojos de Dios?¿Puedes identificar algo que tomes como grave y no lo sea tanto para Dios, o viceversa? ¿Tienes algún ejemplo de una fe peligrosa y temeraria? ¿Cómo podemos tener una fe bien fundamentada?

sábado, 23 de enero de 2010


IDEAS FALSAS DE DIOS

¿Ama Dios el sacrificio, la penitencia y el sufrimiento? ¿Quiere Dios la pobreza? ¿Es Dios enemigo de la felicidad del hombre, de su bien, de su buen humor, de su placer, del bienestar? ¿Prefiere Dios la parálisis y frustración de sus hijos, su dolor y aburrimiento?

Creo que Dios es bueno, es Amor, y no quiere nada de todo esto que el hombre rechaza como malo. Dios quiere nuestra felicidad más que nosotros mismos y todo lo que desea es que la alcancemos, más que cualquier madre para con sus hijos. “¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido. Míralo, en las palmas de mis manos te tengo tatuada, tus muros están ante mi perpetuamente” (Is 49,15s).
Sabe bien que para ser felices necesitamos la libertad verdadera propia de sus hijos, de personas de fe, sin ataduras ni apegos a nada de lo pasajero, sino tan sólo a Él, a lo eterno, a los bienes de lo alto que no pasan. La felicidad ficticia y pasajera de la carne no es verdadera felicidad, y no debo apegarme a ella, pues puede perderse en cualquier instante y sólo genera adicción, esclavitud o vicio. Necesitar de ella sería precariedad lastimosa, pues estaría condenado al fracaso constante, no le deja a Dios su lugar, cree necesitar de otras cosas para sostenerse en pie y ser feliz.
Dios quiere que sea libre, que le conozca, que me abra a su Espíritu de Amor, pues así es como amaré y así seré verdaderamente feliz, no por momentos sino de forma estable, como actitud de vida.
No tener más maestro, padre, jefe ni guía que a Él (cf. Mt 23,8-10) que es nuestro buen pastor (Jn 10,10s). Tantos falsos pastores crean en nosotros ideas falsas, necesidades ficticias, creencias absurdas y engañosas que nos llevan a buscar la felicidad donde no está.
Cristo quiere más que nadie nuestra vida feliz, abundante y plena, pero Él no nos engaña como los vendedores del mundo, que nos prometen lo que no nos pueden dar. Jesús nos traza el camino verdadero, no nos da promesas engañosas ni caminos falsos de vida. El camino de la felicidad y la vida es el de vivir lleno del Amor de Dios que es derramado en nosotros por el Espíritu Santo. Él nos invita a salir de nosotros mismos, a amar, y ahí encontramos paradójicamente la felicidad verdadera; no en nosotros mismos, no en el egoísmo, sino en el amor, pues esa es nuestra identidad más profunda: imagen de Dios – amor.
Así, la felicidad está al alcance de todo ser humano, del más rico como del más pobre, pues no nos viene por lo que tengamos o dejemos de tener, sino por lo que vivamos. No necesitamos de nada más que de Dios, que está siempre a nuestro alcance, dándose a nosotros sin medida, dándole sentido y esperanza incluso a la cruz de cada día, a lo que consideramos desgracias, asegurándonos que nada nos puede separar de su amor infinito que nos encamina a la eternidad feliz (cf. Rm 8,35ss). Basta abrirle a Él mente y corazón para convertirnos en los más ricos y felices. Como también cerrarnos a Él convierte a cualquier persona, por rica de dinero que sea, en la más pobre y miserable; limitada a la precariedad de lo físico, material y pasajero, como hojita que zarandea el viento.
No es lo exterior lo que nos da ni nos quita nada. Estamos habituados al victimismo, a justificar nuestras desgracias y angustias echando la culpa a todo lo que nos rodea: personas indeseables, políticos, mundo, sociedad, tráfico, gente,… pero, como dijo Jesús (Mc 7,18.20s) no es lo que viene de fuera lo que contamina al hombre sino lo que sale de dentro de nosotros, eso es lo que nos hace buenos o malos, felices o infelices. ¿Dejas que salgan de ti frutos de la “carne”, del hombre animal: ira, soberbia, avaricia, envidia…? ¿O bien frutos del Espíritu, del hombre nuevo en Cristo: amor, gozo, paz, bondad, mansedumbre…? Lo que dejes salir de ti es lo que te construye o lo que te destruye. Nada del exterior puede destruirte si tú no quieres, si tú no lo conviertes en mal fruto.
No podemos recibir todo, hay que saber hacer ojos ciegos y oídos sordos a lo que no viene o no es de Dios, tener como filtros para no infectarnos del mal al igual que evitamos comer una comida si vemos que está estropeada y que puede hacernos daño. Somos libres para decidir tanto lo que entra en nosotros (lo que escuchamos, a lo que ponemos atención, a lo que damos o no damos importancia) como lo que sale de nosotros (gestos y palabras de amor o de desamor, constructivas o destructivas). Se trata, pues, de saber discernir entre lo que conviene y lo que no, lo que destruye y lo que edifica, para escoger con sabiduría y dar siempre fruto deseable, pues el malo no sólo afecta negativamente a los demás, sino que también y principalmente a uno mismo.

¿Crees que Dios te quiere feliz o infeliz? ¿Qué clase de felicidad quiere Dios para nosotros y dónde la podemos encontrar?
¿Qué clase de frutos han encontrado en ti los que te rodean, buenos o malos? (piensa en amigos, familiares y otras personas). ¿Crees que hay alguna relación entre los frutos que salen de ti y la felicidad o infelicidad que tienes?

sábado, 9 de enero de 2010

CRISTO SABANA SANTA


CREDO DESDE LA BIBLIA

EL CREDO BIBLICO

CREO EN DIOS. “Nuestro Dios es el único Señor” (Deuteronomio 6,4).

PADRE TODO PODEROSO. “Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios” (Lucas 18,27).

CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA. “En el comienzo de todo, Dios creó el cielo y la tierra” (Génesis 1,1).

CREO EN JESUCRISTO. “El es el resplandor glorioso de Dios, la imagen misma de lo que Dios es” (Hebreos 1,3).

SU UNICO HIJO. “Pues Dios amo tanto al mundo, que dio a su Hijo Único, para que todo aquel que crea en él no muera, sino que tenga vida eterna” (Juan 3,16).

NUESTRO SEÑOR. “Dios lo ha hecho Señor y Mesías” (Hechos 2,36).
QUE FUE CONCEBIDO POR OBRA Y GRACIA DEL ESPIRITU SANTO. “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Dios altísimo descansará sobre ti como una nube. Por eso, el niño que va a nacer será llamado Santo e Hijo de Dios” (Lucas 1,35).


NACIO DE SANTA MARIA VIRGEN. “Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: ‘la Virgen quedará encinta y tendrá un hijo, al que pondrá por nombre Emmanuel’ (que significa “Dios con nosotros”)” (Mateo 1,22-23).

PADECIO BAJO EL PODER DE PONCIO PILATO. “Pilato tomó entonces a Jesús y mandó azotarlo. Los soldados trenzaron una corona de espinas, la pusieron en la cabeza de Jesús, y lo vistieron con una capa de color rojo oscuro” (Juan 19,1-2).

FUE CRUCIFICADO. “Jesús salió llevando su cruz, para ir al llamado ‘lugar de la Calavera’ (o que en hebreo se llama Gólgota). Allí lo Crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado. Pilato mandó poner sobre la cruz un letrero, que decía: ‘Jesús de Nazaret, Rey de los judíos” (Juan 19,17-19).

MUERTO Y SEPULTADO. “Jesús gritó con fuerza y dijo: -¡Padre en tus manos encomiendo mi espíritu! Y al decir esto, murió (Lucas 23,46). Después de bajarlo de la cruz, lo envolvieron en una sábana de lino y lo pusieron en un sepulcro abierto en una peña, donde todavía no habían sepultado a nadie (Lucas 23,53).

DESCENDIO A LOS INFIERNOS. “Como hombre, murió; pero como ser espiritual que era, volvió a la vida. Y como ser espiritual, fue y predicó a los espíritus que estaban presos” (1 Pedro 3,18-19).

AL TERCER DIA RESUCITO DE ENTRE LOS MUERTOS. “Cristo murió por nuestros pecados, como dicen las Escrituras, que lo sepultaron y que resucitó al tercer día” (1 Corintios 15, 3-4).

SUBIO A LOS CIELOS, Y ESTA SENTADO A LA DERECHA DE DIOS, PADRE TODO PODEROSO. “El Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios” (Marcos 16,19).

DESDE ALLI HA DE VENIR A JUZGAR A VIVOS Y MUERTOS. “El nos envió a anunciarle al pueblo que Dios lo ha puesto como juez de los vivos y de los muertos” (Hechos 10,42).

CREO EN EL ESPIRITU SANTO. “Porque Dios ha llenado con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu Santo que nos ha dado” (Romanos 5,5).

LA SANTA IGLESIA CATOLICA. “Y yo te digo que tu eres Pedro, y sobre esta piedra voy a construir mi iglesia; y ni siquiera el poder de la muerte podrá vencerla” (Mateo 16,18).

LA COMUNION DE LOS SANTOS. “Después de esto, miré y vi una gran multitud de todas las naciones, razas, lenguas y pueblos. Estaban en pie delante del trono y delante del Cordero, y eran tantos que nadie podía contarlos” (Apocalipsis 7,9).

EL PERDON DE LOS PECADOS. “A quienes ustedes perdonen los pecados, les quedarán perdonados” (Juan 20,23).

LA RESURRECCION DE LA CARNE. “Cristo dará nueva vida a sus cuerpos mortales” (Romanos 8,11).

Y LA VIDA ETERNA. “Allí no habrá noche, y los que allí vivan no necesitarán luz de lámpara ni luz del sol, porque Dios el Señor les dará su luz, y ellos reinarán por todos los siglos” (Apocalipsis 22,5).

AMEN. “Así sea. ¡Ven, Señor Jesús!” (Apocalipsis 22,20).

lunes, 4 de enero de 2010

SIEMPRE CON AMOR

LA CARIDAD

Dios es amor, Dios es caridad, y los hijos de Dios debemos caracterizarnos por tener también esta cualidad: AMOR.

Dios ha dejado las miserias de los hombres para que nosotros los cristianos practiquemos con ellos la misericordia, el amor, la caridad, y así seamos semejantes al Padre eterno que es bondadoso y compasivo con los más necesitados.
Si supiéramos ser misericordiosos y caritativos, anticiparíamos el juicio de Dios sobre nosotros, porque ya lo ha dicho el Señor en el Evangelio que serán bienaventurados los misericordiosos porque obtendrán misericordia de Dios, y todos necesitamos de la misericordia de Dios porque todos somos más o menos pecadores y necesitamos del perdón divino.


Toda la doctrina del cristianismo es simplemente el amor practicado en todos los niveles, con todos, a todas horas y en todo lugar, especialmente con los más desprotegidos, los más necesitados y los más débiles, que son los preferidos de Dios y que Dios ha puesto en nuestro camino para que los ayudemos.
Tengamos mucha delicadeza con los pequeños de este mundo, porque lo que hagamos a ellos se lo hacemos al mismo Jesucristo, al mismo Dios, y Él lo toma como hecho a Sí mismo.

Si pensáramos bien estas cosas no tendríamos ningún tipo de desprecio con los más pobres de este mundo, con los enfermos, los mínimos, con los analfabetos, con los más tercos y pecadores, con los de poca inteligencia o con los soberbios, porque estaríamos convencidos de que cuando los auxiliamos estamos auxiliando al mismo Señor del Cielo y de la Tierra.

Lo que sucede es que nos falta fe y caridad, nos falta amor y tenemos un corazón endurecido. Ya lo dice la Sagrada Escritura que hacia el fin de los tiempos el mal será tan grande que en muchos la caridad se enfriará, y esto es lo que está sucediendo ahora. No dejemos al egoísmo que nos haga sus víctimas y tengamos encendida la caridad para con todos.