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jueves, 7 de marzo de 2019

VAMOS TODOS EN UN BARCO QUE SE HUNDE




Es llamativo como vivimos en este mundo como si fuéramos eternos y no fuéramos a morir. De ahí que nos impresione tanto cuando nos diagnostican una enfermedad grave, como si eso cambiara mucho las cosas. En realidad, ya todos estamos heridos de muerte; la Serpiente nos mordió y por esa mordedura entro el pecado y la muerte. Tenemos una enfermedad mortal, todos, y nos queda poco tiempo de vida en la tierra.

Sería mucho mejor para todos vivir desde esta clave, conscientes de que esta vida es solo por un momento y no es un fin en sí misma, no es el destino; este cuerpo físico es como el vehículo que usa la vida para trasportarnos hacia el nacimiento a la vida verdadera, es como el útero en el que estamos por un tiempo corto, como los bebes están por unos pocos meses hasta que nacen; así también nosotros en este mundo, solo por un tiempo.



Al no tener esta conciencia de transitoriedad -dados los paradigmas que inculca a todos el mundo sin la luz de la fe y de la revelación- nos instalamos en esta tierra como si fuera todo lo que tenemos, lo único importante, lo definitivo. Y por ello el hombre se aferra a las posesiones y a los placeres de modo casi desesperado y enfermizo; hasta el grado de que considera válido incluso robar o matar para tener más. Muchos llegan a viejitos con esa misma mentalidad de codicia, aferrados al dinero, peleando con todos por el dinero, aunque solo le quedan 4 días en este mundo.

Si supieras que te quedan solo una semana de vida, ¿qué harías? ¿Qué crees que merecería la pena? Yo me prepararía espiritualmente, tratando de hacer la voluntad de Dios, de vivir en su presencia, de crecer en mi amor a Él. Me iría desprendiendo de todo, procurando hacer el bien con todo lo que tengo, pues mi corazón ya no estaría apegado a nada de este mundo, sino en el que me espera después. Querría hacer caso en todo a Dios, agradarle y estar bien preparado para mi partida.

¿Y porque no lo hago desde ya? Tal vez porque aún tengo mi corazón apegado a este mundo y todavía no colocado en lo que me espera en la eternidad. Aun estoy viviendo en el aquí y ahora, queriendo disfrutar de las cosas de este mundo mientras pueda, aunque sea por dos días, quiero estar seguro y pasarlo bien en este útero que me lleva hacia el nacimiento a la vida eterna.

Deberíamos vivir libres y desprendidos de todo esto. Conformarnos con lo básico para vivir y todo lo demás preferir usarlo para hacer el bien al prójimo, para bien de la Iglesia, para gloria de Dios; en ello deberíamos emplear todo lo que somos y tenemos.

Vamos todos en el mismo barco que se está llenando de agua y se está hundiendo. Algunos siguen preocupados por las comodidades en lo que queda de tiempo hasta que se hunda totalmente y mueran: buscando lujos, los mejores camarotes, la mejor comida, las mejores comodidades, bailes, … aunque quede solo poco tiempo. No ven otra cosa mejor a la que aspirar que esos valores pasajeros, para estar bien los pocos días que les queden, pues no tienen la luz de la revelación ni de la fe para ver más allá de la tumba.



Otras personas tienen fe en que pueden salvarse pese a que el barco se hunda, y creen -como les prometió el salvador- que hay unos valores que te hacen ir más allá de la muerte y seguir viviendo, aunque el barco terrenal se hunda y acabe; y porque así lo creen van procurando vivir esos valores eternos que son como su garantía de vida eterna, su salvavidas. Por eso ya no viven para sí mismos sino para los demás, no viven desde el desorden egoísta sino amando y sirviendo al prójimo, anunciando esa misma salvación a todos, para que mas gente lo crea, y vivan también los valores que los llevan a la vida eterna.

Este barco temporal en el que estamos acabará hundiéndose y los que tengan puesto el salvavidas seguirán viviendo y los que no, sufrirán por siempre; por no haber escuchado a Dios que puso a su alcance la vida eterna en el paraíso y prefirieron ignorar su voz y fiarse mas de sí mismos o del mundo, prefirieron mirarse al ombligo y escucharse a sí mismos, más que mirarlo y escucharle a Él.

Desde esta perspectiva todo se ve diferente, pues todo lo de este mundo pasa a ser secundario, pasajero; distracción de lo realmente importante, lo invisible, lo espiritual, lo eterno.