Los hijos de Dios estamos llamados a mostrar nuestra
procedencia divina, en que amamos, incluso a los enemigos, como clarifico JS,
“para que sean hijos de su Padre Celestial”, pues de lo contrario ¿Qué hacemos
de extraordinario? También los paganos aman a los que les simpatizan.
Él puso en nosotros lo mejor,
capacidad de reflejarle a Él, nos hizo a su imagen y semejanza, con capacidad
de amar hasta dar la vida, de acoger el amor de Dios, la mejor semilla, el
mejor abono, el Espíritu Santo, la palabra de Dios… y cuando fue a recoger
fruto, encontró que era fruto amargo (Is 5). ¿Qué más podría haber hecho por la
viña que no haya hecho? ¿Porque en lugar de dar fruto bueno dio amargo?
Permitirnos un fruto amargo atenta contra Dios, decepciona a
Dios, hiere al prójimo y a toda la humanidad. Deja que entre la cizaña del
enemigo al cuerpo de Cristo, y afecta a todos negativamente.
Como las
vitaminas y el buen alimento fortalece todo el cuerpo, el pecado y la mentira,
el dejarse llevar por los frutos de la carne -por la soberbia, avaricia, ira,
envidia, lujuria, pereza- envenena al cuerpo, contamina el ambiente, te pone en
el equipo del enemigo, rompe tu comunión con El, y así, te ubicas contra El, y
contra toda la humanidad.
No iluminado ni guiado por la palabra de Dios y por el
Espíritu Santo, sino por el hombre viejo o los engaños del maligno, te sitúas
como enemigo de Cristo. No estas con El y por ende estas en contra. No recoges
con Cristo y por tanto, desparramas. Te haces instrumento del enemigo.
Ten miedo
de permitirte un solo fruto malo, pues te hieres a ti mismo, hieres a los hijos
de Dios, a la humanidad entera y a Dios amor, al que dio la vida por ti. No te lo permitas. Cuida mucho de
herir, ni voluntaria ni involuntariamente. No permitas que entre cizaña en tu
corazón, porque si la dejas entrar, eso es lo que saldrá de ti, eso es lo que
encontraran en ti, haciéndote así servidor de Satanás, y no de Cristo.
El que rechaza a una persona está rechazando a millones de
personas que tienen la faceta que tu rechazas o peores; rechazas a Cristo mismo
en ellos.