Hay solo un modo de
vivir correctamente nuestra fe y es dejando que ella ilumine e inspire toda
nuestra vida, por ello es comparable con los zapatos que te sostienen y te
protegen cada paso que das, cimentando tu cuerpo y evitando los daños que
causaría el terreno en tus pies, y no un sombrero que se pone y se quita uno
cuando quiere, según su gusto.
Sin zapatos nuestros pies sufrirían las inclemencias del piso
y del clima, se dañarían con los pisos
abrasadores del verano o se congelarían con los fríos del invierno; no podrían
caminar a gusto por terrenos pedregosos o con espinos, etc. esto determinaría
muchos de nuestros pasos que tal vez daríamos rodeos a charcas o a piedras y
espinos, para evitarlos.
En cambio,
con unas buenas botas puede ir uno por el camino mas recto posible sin
titubear, sin importarle los fríos o calores, o las piedras del camino; se
sobrepone a ellas. Y así es la fe. Con la fe bien puesta podemos caminar como
hijos de la luz e hijos del día, guiados por el conocimiento y amor a Dios a
cada paso que damos.
Así debe ser nuestra
vida, siempre iluminada y dirigida por la fe; ella es lo que la inspira y
la lleva por los caminos de este mundo, la que le da sabiduría para discernir
la dirección que toma, las propuestas que acepta y las que rechaza, las
decisiones ante las encrucijadas frecuentes que todo peregrino encuentra en
este mundo. La fe es la que necesitamos a cada paso, como los zapatos, para
caminar sin cesar, decidir sin titubear, y avanzar siempre hacia la meta.
En cambio, los que no tienen la
fe como zapatos permanentemente puestos y cimentando sus vidas, sino como un sombrero que quitan y ponen a su
antojo o conveniencia, se privan de la fe verdadera que les sostendría
siempre y protegería de muchos males. Se conforman con asomarse un momentito de
la semana a la luz, para volver a la obscuridad habitual a la que ya se
acostumbraron y lamentablemente se hicieron adictos.
Solo quieren saber de Dios y de su palabra el ratito que
dura la misa del domingo, para salir de nuevo a las tinieblas del mundo, a la
que realmente aman y adoran más que a Dios. Impulsados por el desorden egoísta
que les tiene ciegos: la soberbia, ira, envidia, avaricia, lujuria, gula y
pereza que les dominan y gobiernan en lugar de dominar ellos sobre esta
tiranía.
Vuelven a las
tinieblas de un mundo que incita esa vida de esclavitud del pecado, que
alimenta esa llama del deseo por todo lo pasajero y lleva a menospreciar e
ignorar los valores verdaderos que son los eternos.
Así, como quitándose el sombrero al salir de la Iglesia del
domingo, y dejan a Dios en el templo y
vuelven a su vida de hombres paganos, sin Dios y sin fe, dominados por los
ídolos y pecados como adicciones que no pueden dominar y les impiden vivir en
la libertad de hijos de Dios.
Como si se pusieran los LENTES DE
LA FE dentro de la iglesia, y los dejaran a la salida, en la puerta, para volver a ver
distorsionadamente, a valorar equivocadamente todo lo de este mundo.
En realidad, los lentes que se ponen al entrar en la iglesia podemos decir que no
les permitían ver muy claro tampoco, pues prefieren quitárselos al salir. No se los quitarían si la fe hubiera sido
tan clara como para ver a Dios, pero son
lentes sin graduar, con los que aun ven distorsionado incluso las cosas de
Dios, por eso seguirán en su ceguera. Muchos tienen una fe aparente, una
creencia, pero no la verdadera fe que Cristo nos pide, no el don sobrenatural
de la fe.
Para graduar estos
lentes se necesita tener una experiencia de Dios, la que nos brinda
normalmente la palabra de Dios predicada en retiros espirituales, donde,
abriendo el corazón y un espacio amplio a Dios, podemos dejarle entrar y
operar, podemos verle con mas claridad, hasta el punto de no querer perderlo
por nada del mundo. Ahí es cuando la fe deja de ser un sombrero de quita y pon,
y comienza a ser lo que sustenta e inspira toda nuestra vida, como lo vemos en María
y en tantos santos y hombres de Dios.
Efesios 6,14ss. Manténganse
firmes, ceñidos con el cinturón de la verdad, protegidos por la coraza de
justicia, 15 y calzados con la disposición de proclamar
el evangelio de la paz. 16 Además de todo esto, tomen el escudo de la
fe, con el cual pueden apagar todas las flechas encendidas del maligno. 17 Tomen
el casco de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.
18 Oren
en el Espíritu en todo momento, con peticiones y ruegos. Manténganse alerta y
perseveren en oración por todos los santos