Otro obstáculo importante para aceptar a Dios es la cuestión del mal; ¿por qué a los buenos les puede ir mal y a los malos, bien? ¿Porqué permite Dios niños muriendo de hambre o enfermedad injustamente?... Este planteamiento es el gran tema del libro de Job que presenta este gran cuestionamiento por el cual Job se rebeló contra Dios, pues estaba sufriendo y sintiéndose justo. Se dio cuenta de que sus quejas y reproches a Dios eran necios y absurdos; se dio cuenta de que la soberbia le había cegado, pues se estaba endiosando, atreviéndose a culpar a Dios simplemente por no entender este misterio del mal. Este libro de Job deja abierta la puerta al juicio de Dios que dará a cada uno según sus obras, ya que en esta tierra no se da aún la justicia divina, ni la última palabra sobre buenos ni sobre malos. El bueno está en camino a la Gloria como el malo puede estar en un resbaladero.
Es un misterio el mal, indudablemente; es natural que nos cueste aceptarlo y nos resistamos a tolerar el mal. Pero Dios es el último a quien deberíamos culpar de ello, pues es el que más lo rechaza y condena, el que nos quiere librar de él, el que nos ilumina y aconseja para evitarlo y vencerlo. En su mayor parte, el mal es causado por el hombre o por la naturaleza misma, que hemos de distinguir de Dios. Dios solo quiere el bien de todos sus hijos, y por ello nos pide empeñarnos en ello, pues Él no puede sin nosotros.
Es un misterio el mal, indudablemente; es natural que nos cueste aceptarlo y nos resistamos a tolerar el mal. Pero Dios es el último a quien deberíamos culpar de ello, pues es el que más lo rechaza y condena, el que nos quiere librar de él, el que nos ilumina y aconseja para evitarlo y vencerlo. En su mayor parte, el mal es causado por el hombre o por la naturaleza misma, que hemos de distinguir de Dios. Dios solo quiere el bien de todos sus hijos, y por ello nos pide empeñarnos en ello, pues Él no puede sin nosotros.
Reconozcamos nuestra ignorancia, nuestros pocos conocimientos al respecto, del diablo, del más allá, del mal, de los porqués, de la eternidad,… para no caer en el atrevimiento de endiosarnos y juzgar o condenar al mismo Dios al que desconocemos, atribuyéndole lo que Él no hace ni quiere.
Antes de hablar habría que buscarlo, preocuparnos por conocerlo y por entender los porqués, en lugar de patalear como niños pequeños, quedándonos en el facilismo de la queja, ingenua y ridícula de tipo: ¿por qué quiere que comamos su cuerpo y su sangre? ¿por qué quiere que creamos cosas no científicas, como la creación de Adán y Eva en vez de lo que dice la ciencia…? Estas y otras quejas o críticas baratas parten de un desconocimiento atrevido ya mencionado, como si uno que no sabe nada de ingeniería se pusiera a cuestionar a los ingenieros sobre la cantidad de hierro o de cemento.
Ya es sabido por todos que no se puede tomar a la letra la Escritura, y mucho menos ciertas partes metafóricas de la misma, que sistemáticamente condenan los críticos de la fe, desconociendo esto, y tomando como si la Iglesia quisiera hacer creer en la creación tal cual aparece en el Génesis, etc. Como digo, primero conoce lo que vas a criticar, para no orinar fuera del tiesto. La Iglesia ni cree ni quiere que nadie crea eso así. Sin embargo sigue habiendo demasiadas críticas atrevidas basadas en la ignorancia y en malas interpretaciones del texto bíblico.
Solamente mencionaría también otro tipo de críticas basadas en el comportamiento de los que dicen creer, sean consagrados o laicos. Muchos se atreven a juzgar lo debido o indebido de algo, y si ven algo inadecuado en los creyentes ya lo ponen de pretexto para ellos no creer; ¿hay algo más irracional e inadecuado que esto? Con mucha frecuencia se critica a creyentes por riquezas, con lo que se está enjuiciando como sólo Dios puede hacerlo, pues ¿quién soy yo para juzgar a mi hermano? ¿Qué se yo de lo que Dios le pida a él, de lo que puede o no puede dar, de su capacidad o incapacidad, de su ser fiel o infiel,…? Por supuesto que esto no debería ser causa de nuestra propia separación de Dios. Cualquier hombre puede ser infiel, y no por ello vamos a perdernos el tesoro de Dios apartándonos de Él. Pero, lamentablemente, al desconocer a Dios, no lo ven como tesoro sino como carga, de la que buscan librarse con cualquier pretexto o falsa justificación, sin saber que es un tesoro del que se están perdiendo, por sus prejuicios (que son desconocimientos tomados como conocimientos, y que nos alejan de la realidad, en vez de acercarnos a ella).