Si nos abrimos a la luz hemos de reconocer muchas verdades incómodas; como la de nuestra
precariedad humana, torpeza y pecado. Son parte de nuestra naturaleza caída,
aunque no nos guste, aunque tengamos la tendencia natural o fuerte propensión a
la soberbia con la que nos engañó el diablo haciéndonos pensar que podemos ser
como Dios. Y los hombres ignorantes e incautos nos creímos su engaño, y nos
creemos dioses. Tan ignorantes como la rana que nace en el fondo de un pozo del
que nunca podrá salir, y cree que ese es todo el mundo existente. Así de
temerarios son nuestros juicios cuando nos atrevemos a fiarnos de ellos, siendo
que se basan en el escaso 1% que conocemos.
CREO QUE SERIA SANO
Y BUENO ACEPTAR VERDADES COMO ESTAS:
- Nunca llegaremos a conocer ni el 1% de
la realidad de este mundo, ni menos de los realidades espirituales y eternas.
- Ningún ser humano puede conocerte totalmente;
tan solo una pequeña parte, a veces distorsionada por las máscaras que las
modas nos imponen, así como nuestro propio engaño del ego humano que quiere aparentar.
Por ende, tampoco podrán entenderte totalmente, así como tú no podrás ni
conocer ni entender a los demás.
- Ni siquiera uno se conoce a si mismo, y
menos puedes conocer a otro, pues
solo Dios ve el corazón. No conoces de su historia, de sus interpretaciones,
sensibilidad, educación, talentos recibidos, traumas, necesidades, etc…; hay
que aceptar que el otro es OTRO. Te trasciende y siempre será misterio para
nuestra corta mirada humana.
-
Nadie
puede ver las cosas como tu las ves. Nos caracteriza la subjetividad, desde
nuestra mirada parcial e imperfecta, influida por nuestro desconocimiento,
instintos, gustos, caprichos, prejuicios, tendencias, apegos, etc… por ello no
deberíamos fiarnos de nosotros mismos, pues estamos lejos de ver lo que
realmente es y conviene. Fiémonos siempre mas de la Iglesia y de Dios.
-
Tenemos
capacidades y carismas distintos, nos fijamos en detalles distintos,
tenemos distintos gustos, preferencias, habilidades. Venimos de familias y
educaciones distintas. Hemos escuchado diferentes fuentes de información, hemos
hecho amigos distintos y hablado con gente diferente, por lo que no podemos ver
ni pensar lo mismo. Aunque compartamos algunas ideas, nunca será igual en todo.
-
Aunque es
cierto que nos une lo esencial y más importante: una misma dignidad humana -que
merece todo respeto, por más limitaciones que tenga, físicas, psicológicas o
morales- somos creados a imagen y semejanza de Dios y compartimos esa misma
dignidad, como hijos amados que somos.
-
Ningún
ser humano tiene amor puro y verdadero, pues esta mezclado de egoísmo, de
intereses personales y deseos que nublan el espíritu.
-
Nadie
puede darte felicidad; esto es un valor que se conquista con el propio
crecimiento espiritual. No puede venirte de afuera, ni de otra persona, ni mucho
menos de lo material.
-
Absolutamente
nadie puede responder siempre a tus expectativas. Acepta que antes o
después se verán frustradas. Acepta que así es normal o incluso así debe ser,
pues tu no eres Dios, ni el centro en torno al cual debe girar nadie. Tu
subjetividad limitada es tan respetable como la del otro. Cada uno debemos
procurar agradar a Dios antes que a los hombres.
-
Tampoco
tu puedes satisfacer siempre las expectativas de otra persona; de nadie.
Tal vez a veces sí, pero otras veces les defraudarás. No puedes agradar siempre
y en todo. Ni debes pretenderlo, pues a quien has de procurar agradar ante todo
es a Dios.
-
Aceptemos
que todos somos inmensamente torpes y pecadores, que sabemos muy poco, que
somos como niños necios y caprichudos. Aunque tengamos algunas neuronas capaces
de adquirir y acumular algunos conocimientos, que nos hacen sentirnos grandes y
sabios, seguimos siendo torpes para vivir los valores del cielo, y muy
propensos a las ataduras de nuestro desorden egoísta (soberbia, avaricia, ira,
gula, lujuria, envidia, pereza,) así como también a hacernos esclavos de
nuestros propios apegos, prejuicios, ideas irracionales y erróneas, así como a
todos los valores pasajeros de este mundo al que nos aferramos neciamente.
-
Aceptemos
que así eres tú, yo, y así son los demás. Por lo que no puedes ni debes
hacerte expectativas superiores a lo que este material humano te permite
hacerte. No te casarás con alguien perfecto, sino enormemente defectuoso,
necesitado de maduración y crecimiento, al que tendrás que ayudarle, y también
dejarte ayudar por él, pues tu eres de esa misma pasta. Por eso dice el dicho:
el que tiene pasta de diablo, tiene pasta de santo, pues es la misma. De
nuestro trabajo y empeño cuidadoso dependerá que lleguemos a ser diablos o
santos.
-
Yo soy
pecado, tu eres pecado, cualquier otro es pecado. Solo Cristo puede liberar
del pecado. Sin Cristo no puedo ser libre del mismo. Si no es uno será otro.
Por ello no debería sorprenderte ver el pecado de cualquier otro ser humano,
incluyendo el de tu pareja. Sabes de antemano que no ves ni el 1 % de su vida.
Que solo Dios lo ve y conoce plenamente.
-
Tú ves
solo una pequeña parte de su pecado, pero sabes que abunda, mucho más de lo
que puedes ver, mientras no se abra a Cristo y se deje liberar de él. Por ello tu empeño será ayudarle en ese
camino de crecimiento en el que nos encontramos todos.
-
Cuanto
más logres ayudarle a crecer espiritualmente y en santidad, mejor pareja o
amigo tendrás y más podrá el ayudarte a ti. La pareja de cinco estrellas estará
siempre por cultivar y trabajar. No creas que la vas a encontrar ya hecha sin
tu esfuerzo y empeño.
-
En
nuestra torpeza y comodidad facilista, quisiéramos que la rama creciera a
fuerza de estirarla; es lo que hacemos cuando pretendemos que el otro cambie
solamente porque yo así lo quiero y así se lo pido. No es tan fácil como
quisiéramos. El crecimiento ha de venir desde el interior de cada uno, como a
la rama y las hojas. No se puede forzar. Debe querer uno crecer y meditar la
verdad para asimilarla.
-
Todo lo
que puedes hacer es proponer, nunca imponer. Llevarle a Dios, para que
escuche, pues El es el que da crecimiento. Con su Palabra Dios da espíritu y
vida, no solo ideas. Por ello lo mejor que puedes hacer por tus seres queridos
es acercarles a Él, que es la luz, la verdad y la Vida. Así crecerán y serán lo
mejor que puedan ser, para beneficio tuyo y de todos.
-
Solo Dios
puede cambiarnos, como ningún ser humano podría. Pues sus palabras proceden el amor verdadero,
no como las de otros seres humanos que ven solo parcialmente, desde su
subjetividad y capricho, desde sus propios intereses, gustos o preferencias.
Dios te habla con la verdad objetiva y con amor, y tiene un poder
transformante, pudiendo doblegar nuestra voluntad y terquedad como ningún
humano podría.
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Nada se
gana nunca con reprensiones sin amor, castigos o reproches, como queriendo
forzar al otro a ser lo que uno quiere que sea. Esto sería muestra de no haber
entendido o de no haber aceptado las ideas anteriores. Si las acepto tendré que
respetar ese otro que de antemano se que es pecador, torpe, limitado,
imperfecto, y que necesita de mí, de Dios y de los demás para crecer y mejorar.
Tendré mas bien ayudarle a acercarse a la luz, para que sane su ceguera, y
llevarle al único que puede liberarle del pecado y sacar lo mejor de él.
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Muchas
veces la ciencia es poco o nada científica. En especial cuando se endiosa,
lo cual hace con mucha frecuencia, queriendo pasar como un dios que sabe todo y
controla todo. Lejos de esto; a veces sus teorías no prueban nada, y son simple engañabobos, como en el caso de las
explicaciones de la creación y de la existencia de todo. No hay un eslabón
perdido, como nos enseñaron hace años, sino miles de eslabones perdidos.
Simplemente no se puede explicar nada, y ninguna de sus teorías se acercan a
dar ninguna explicación cabal, sensata y verdadera; tan solo pretender tal cosa
sería ser anticientífico, pues simplemente no se puede comprobar, por ello seguirán
siendo teorías. Tan falibles como la que hacen algunos al juzgar que Dios no
existe solo porque no lo ven ni lo conocen a su manera científica.
-
Mucho
menos cuando pretende hablar de temas que le superan, como si pudiera
examinar a Dios científicamente, y se atreve a hacer juicios que no están en su
área específica de lo físico y comprobable. No se puede nunca hablar de Dios ni mucho menos negarlo desde los métodos de la
ciencia, pues Dios es espíritu y trasciende la competencia científica, que
versa sobre el mundo temporal, material y visible. Incluso cuando usamos métodos
científicos para comprobar milagros físicos, solo puede verse el milagro, pero
nunca el origen del mismo.