Parecen ciertas, pero no lo son.
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FORMARAN
PARTE DE MI VIDA SOLO QUIENES ME HAGAN BIEN
Es uno de tantos mensajes que circulan por las redes. O sea,
solo me veo al ombligo; que cómodo. Solo me veo a mí, lo que me haga bien a mí.
No soy capaz de sacrificio por el otro, no estoy para ayudar a los demás; es el
dictado del mundo sin Dios a los hombres de hoy. Eso es un gran problema,
porque somos un cuerpo, y no deberíamos vernos como islas desconectadas. El
otro, incluso el torpe y pecador, es también un hijo amado de Dios, al que
también Dios quiere hacer llegar su amor por medio de ti.
Jesús dijo que no vino para llamar a
los justos sino a los pecadores, que no son los sanos los que necesitan de
medico sino los enfermos. Y la Iglesia -o sea todos los bautizados- ocupa el
lugar de Cristo, es la presencia de Cristo hoy en el mundo; por tanto, somos
llamados a amar a los pecadores y a ayudarles a seguir en su proceso de
crecimiento, en el que todos nos encontramos. No estamos acá para mirarnos al
ombligo, ni para vivir para nosotros mismos, sino para los demás. Dios es amor,
y El se dio por nosotros, al igual que debemos hacer nosotros por los demás, si
queremos ser hijos de Dios.
Hemos de aceptar tanto a los más crecidos y maduros espiritualmente
-porque pueden ayudarnos y enriquecernos- como a los menos, porque podemos
ayudarlos y enriquecerlos nosotros. No podemos ser tan facilistas y cómodos; el
sacrificio también nos hará crecer y madurar en el amor, no lo rehuyamos, estamos
hechos para darnos, para amar; ayudando a otros también te ayudas a ti mismo.
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QUIEN SOY
YO PARA JUZGAR
Parece muy buena e inocente esta expresión, pero es falsa.
Todos somos quien, para juzgar, es un deber y obligación de nuestra condición
humana pensante. Solo emitiendo juicios podemos llegar a conocer la verdad, a
hacer consensos, a unirnos en criterios comunes y ciertos. Solo juzgando
podemos distinguir lo bueno de lo malo, el trigo de la cizaña, lo correcto de
lo incorrecto, …
Cristo lo
hizo constantemente, la palabra de Dios es una escuela de juicios correctos,
nos enseña a distinguir lo bueno de lo malo, la verdad de la mentira, como Jesús
hizo siempre con sus discípulos, alertándoles sobre la doblez e hipocresía de
los fariseos, como les dirá a ellos mismos. Cristo nos enseña que debemos juzgar,
pero no solo al prójimo, sino a empezar por juzgarnos a nosotros mismos, para
ver si no cometemos el mismo error que acusamos en el otro o incluso peores. Si
debemos ayudar al hermano a quitarse la pajita de su ojo, pero para ello
necesitamos primero hacer auto examen de nosotros mismos para limpiar nuestra
vista y poder juzgar adecuadamente. Pero ¿Qué sería de nosotros si no juzgáramos?
Sería un caos total, en las personas, familias y sociedad.
Es una obligación y un deber por caridad, que debe ser la
que siempre impulsa este acto de juzgar. Los padres deben corregir a sus hijos,
y esto lleva implícito el juicio. Así como las autoridades ponen leyes, que
implican juicio de lo debido y lo indebido, lo permitido y lo prohibido, lo
considerado bueno y malo. Sin juzgar no podríamos vivir, y no es un deber
únicamente de los padres hacia sus hijos o de las autoridades y policías, sino
de todo ser humano; es la capacidad que Dios nos dio al hacernos a su imagen y
semejanza, y la que nos distingue de los animales. Dejar del lado el juicio
seria catastrófico. Pero, claro está, hemos de saber emitirlos adecuada y
acertadamente, siempre movidos por la caridad para unir, edificar y hacer el
bien; nunca para herir, destruir o condenar.
Obvio que para lo que no somos quien es para condenar, pues solo
Dios ve los corazones. El mismo Cristo dijo no
he venido a condenar sino a salvar, y esa sigue siendo nuestra misión como
Iglesia, y justamente para salvar necesitamos manifestar la luz de Cristo y de
la revelación, o sea el juicio con los criterios que Dios revela, como hizo El.
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HAZ LO
QUE TE NAZCA
Es otro de los dictados o mantras de la nueva era con el que es bombardeado el mundo de hoy, y en el que
ingenuamente caen como presa fácil especialmente los jóvenes, faltos del
criterio que da el conocimiento y la experiencia, así como la Revelación.
Los dictados del mundo, con
mucha frecuencia son más dictados del enemigo que dictados de Dios, como vemos
en este caso. Pues eso de haz lo que te nazca
es como un mandato del diablo para hacernos daño. Tan obvio como es el daño que
harían los padres a su niño si le dejan hacer lo que le nazca, pues ni comería
bien, ni iría a la escuela, y se hartaría de sus caprichos, para llegar a ser
nada más que un inútil, centrado en sí mismo, incapaz de hacer nada por los
demás ni de tolerar que su capricho no sea satisfecho; lo que le convierte en
un inmaduro bueno para nadie.
Pues eso mismo llega a suceder si al adulto se le exhorta
con este mantra; la inmadurez y egocentrismo lo incapacitarían para todo
sacrificio, tan necesario en esta vida, para el verdadero bien espiritual,
personal, familiar y social. O sea, un mantra tan bonito como engañoso y
perjudicial.
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LA VIDA
ES CORTA, APROVECHALA
Este es otro de los dictados más
frecuentes y engañosos en el mundo. Y debemos estar de acuerdo con esto, pero
interpretándolo bien. El problema es que la mayoría de los que escuchan esto
interpretan ese aprovechar la vida, desde su ignorancia y egoísmo, por lo que
engañados por el enemigo en lugar de aprovecharla se harán mas daño.
¿Qué sería realmente
aprovechar la vida breve en este mundo? Sería llegar al momento final en
santidad, transformado en amor, crecido y maduro espiritualmente, para alcanzar
la gran meta, el premio mayor, la Vida eterna, sin la cual de nada habría
servido cualquier otro logro o placer humano. Y así poder decir como San Pablo:
he corrido mi carrera, y llegado a la meta, he mantenido y propagado la fe, con
la confianza de que le esperaba la corona de la Vida.
Muy diferente del que llegue a ese
momento final de esta vida, en la ignorancia de Dios, habiendo sido títere del
maligno para hacer y propagar el mal, llevado no por el Espíritu Santo sino por
sus propios instintos egoístas; pero lamentablemente esta es la aspiración de
la gente de este mundo sin dios y sin fe, y esto es lo que entienden por
aprovechar la vida, dejarse llevar por sus instintos, buscando placeres de la
carne, con la tumba como horizonte, pues no ven más allá, por eso solo les preocupa
aprovechar esta brevedad de la vida en la tierra, en la mirada corta del aquí y
ahora, por la ceguera de la fe, renunciando a Dios y a la vida eterna.
Tan necios como el que vendió su primogenitura por un plato
de lentejas. Pierden la eternidad que Dios vino a darnos por un placer efímero,
por la errónea decisión de negar a Dios, de no creer en El, de no buscarlo, de
ignorarlo, de no querer plantearse las preguntas fundamentales e ineludibles
como de donde vengo y para donde voy, como vino todo a la existencia…;
prefieren mirar para otro lado y distraerse con las trivialidades de este
mundo.
Aunque no faltan los que,
también engañados por el príncipe de este
mundo -como llamó Jesús al diablo- creen que luego seguirán viviendo, pasarán
a otra etapa, sin dios y sin fe; a no ser una fe supersticiosa y vana, en
creencias inventadas o en amuletos de la buena suerte, en brujas o doctrinas
inventadas por hombres, cerrados a la clara revelación divina que muestra el
camino que lleva al Padre.