Este más o menos es el mensaje con el que nos bombardean
hace muchos años, desde la ideología catalogada en el marco de la nueva era,
bonachona y sin Dios, como un humanismo
pagano y por ende, desde una visión puramente intramundana, que exhorta por
activa y por pasiva a disfrutar la vida, a vivir el hoy, pues no sabes si
mañana vivirás. Exhortan a expresar hoy el amor oculto, gastar hoy lo que
tienes en lo que te gusta, no dejar para mañana los placeres que puedes darte
hoy, pues no sabes si mañana vivirás.
Así pues, se trata de vive la vida, aprovéchala porque solo
es una, y cuando menos esperes ya se te fue. Yo diría que es un mensaje pagano,
totalmente opuesto al mensaje cristiano, pese a que son muchos “cristianos” los
que se adhieren ingenuamente a estas ideas y se encargan de propagarlas.
Lamentablemente son muchos los cristianos que no han entendido aun a Cristo y
no saben de lo que se trata seguir a Jesús.
Es el comamos y
vivamos que mañana moriremos que menciona san Pablo refiriéndose al paganismo
que viviríamos sin la fe en Cristo resucitado. Y es opuesto a nuestra
perspectiva de la vida, en la que esta vida no es aun el destino, sino el
camino. Estamos en peregrinación hacia la Vida en plenitud para la que fuimos
creados. Comparable al desierto que nos conduce a la tierra prometida, o al
bebe en gestación antes de nacer.
Tomar este mundo como fin en si
mismo, como lo único,
seria un grave
error, que nos
cierra a la perspectiva de la fe y de la revelación sobre la eternidad. No podemos tomar esta vida como un valor
absoluto al que aferrarnos; debemos incluso estar libres para salir de ella
hoy mismo, con la esperanza feliz que Cristo nos da. Ni debemos vivir ávidos de
satisfacer nuestros instintos carnales a como de lugar; seria como quedar en
nuestra dimensión animal, sin mas sentido para vivir que esos placeres físicos,
como vacíos de sentido, sin alma ni trascendencia.
Escucha en tu corazón
esta palabra de Dios:
1 Co 15, 32.
En Éfeso batallé contra las bestias; si fuera verdad que los muertos no
resucitan, entonces ¿qué habría ganado con eso? Entonces como algunos dicen:
«Comamos y bebamos, que mañana moriremos.» 33 ¡No se dejen engañar! Bien
dice el dicho, que «Las malas amistades echan a perder las buenas costumbres.»
34 Piensen bien lo que hacen, y no sigan desobedeciendo a Dios. Algunos de
ustedes deberían sentir vergüenza de no conocerlo.
Stg 4,4. ¡Oh almas
adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad hacia Dios? Por
tanto, el que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.
Desde la perspectiva cristiana no vivimos para este mundo, no vivimos para nosotros mismos, sino para El Señor.
Sin fe es natural que las personas se centren en la vida de este mundo y
quieran gozar todos los placeres, ávidos de conocer mundo y disfrutar de todo.
Pero la persona con fe esta libre de esto, y ve esto como ataduras, deseos
desordenados o incluso idolatría.
El hombre de Dios es capaz de encerrarse en un monasterio y
ofrecer su vida a Dios, renunciando a todo (pobreza) a todos (castidad) e
incluso a si mismo (obediencia). Si uno quisiera vivir los placeres de este mundo no se iría a una
comunidad de vida consagrada, ni para ser monja o monje o misionero. Ni se
haría sacerdote o religioso; más bien se dedicaría a ganar dinero y a vivir la
vida presente.
Pero el hombre de fe
sabe que este mundo tiene otro sentido; estamos en este mundo para
purificar nuestro desorden egoísta y madurar en el amor, de modo que podamos
entrar a vivir en el Reino del Amor. Por lo tanto, renunciamos al apego o idolatría
a las creaturas de este mundo por el amor al creador y dador de vida.
El hombre sin fe pone el sentido
de su vida en disfrutar de las cosas de este mundo, y de todos sus placeres. El hombre de fe
en cambio no le interesan, y toma todo lo de este mundo como lo que es: físico,
carnal, corporal, pasajero, secundario…, poniendo más bien su corazón en lo que
dura para siempre, en los valores del cielo. Sabe vivir en abundancia y en
escasez, pues no pone el corazón en nada de lo pasajero, sino en los valores
eternos.
La persona creyente
encontró un tesoro en Dios superior a todos los placeres de este mundo,
como se diferencia el banquete recién preparado que esta sobre la mesa,
respecto a las migajas que se caen de ella. Así es Dios respecto a los ídolos,
que pretenden ocupar el lugar de Dios en los corazones. Dios nos libera de
todos los ídolos, del amor a las creaturas, y nos da libertad de Hijos de Dios,
incluso para estar dispuestos a dar la vida por El.
El creyente busca primero el Reino de Dios y su justicia, y sabe que lo demás se le dará por añadidura, y además
es secundario (Mt 6,33). En el tesoro de Dios encuentra plenitud, felicidad,
amor, paz y todos los frutos del Espíritu, que no cambia por ningún ídolo de
este mundo. Sabe vivir en la abundancia y en la escasez, libre de todo y de
todos para agradar a Dios y servir a los demás.
Rom 14, 8 Pues
si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así
pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos. 9 porque
Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los
muertos como de los que viven.
Ga 2,19s. Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el
que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la
carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí
mismo por mí.
Fil 1,21.
Pues para mí, el vivir es Cristo y el
morir es ganancia. 22 Pero si el vivir en la carne, esto significa
para mí una labor fructífera, entonces, no sé cuál escoger, 23 pues de ambos lados me siento apremiado,
teniendo el deseo de partir y estar con Cristo, pues eso es mucho mejor;
2 Co 5, 14s.
Pues el amor de Cristo nos apremia, habiendo llegado a esta conclusión: que uno
murió por todos, por consiguiente, todos murieron; y por todos murió, para que
los que viven, ya no vivan para sí, sino para
aquel que murió y resucitó por ellos.…
Eso es el
verdadero aprovechar la vida, la mejor manera
de ganarla y de vivirla, entregándola por amor a Dios y a los hombres.
Dispuesto a morir como el grano de trigo, para dar mucho fruto.
La avidez por los
deleites de este mundo es idolatría a las cosas y
placeres de este mundo, y falta de libertad de hijos de Dios.
Aprovechar la
vida con mayúsculas es aprender a dar su lugar a Dios, pues solo El libera de la esclavitud del pecado y nos da a gustar
lo que mas anhela el alma, los frutos del Espíritu. Para esto vino JS para
que tengamos vida y vida en abundancia, transformada en amor y en donación,
y ahí encontrar la verdadera plenitud y felicidad.
Ante
este tesoro, los placeres de este mundo quedan pequeños,
son como juguetes de niño para un adulto. Nada de este mundo llena el corazón como
el amar. No se compara la satisfacción de tener comodidades, dinero y bienes
con la infinitamente superior felicidad del que se abre por la fe al amor de
Dios y le deja amar en uno.
“Nos
hiciste para ti Señor, y nuestro corazón estará inquieto asta descansar en ti”.