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jueves, 6 de febrero de 2014

LA INCREENCIA SE DECIDE 2


LA INCREENCIA SE DECIDE, LO NARURAL ES LA FE.



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  • En efecto la propia limitación humana y subjetividad nos encierra en nuestro limitadísimo y parcial conocimiento. La corriente eléctrica no se puede ver, pero puede estar: no te atreverías a poner los dedos en el cable, aunque no veas la corriente, y tal vez no esté. Si bien no se puede ver, existe. Y podríamos saberlo por los efectos: pon los dedos y verás. O enciendo la luz, conecta una plancha, o algo.
     
  • Así también es Dios. No se puede ver, como dice la Biblia desde el AT, y también Jesús dijo que nadie lo ha visto nunca, pero Él nos lo dio a conocer. Y podemos percibirlo por sus efectos: en miles de santos, en la historia de la revelación y de la iglesia, en millones de personas que aseguran experimentarlo y tener vida, gozo y paz por El, en el milagro actual y constante de la vida, de tu poder existir, saber, pensar, conocer,… En los colores y tipos de flores y pájaros, en toda la creación divina (literalmente) pues nos remite al autor. Sería más crédulo e irracional pensar que todo es producto del acaso que producto del acto sabio, inteligente y creador de Dios. Tan absurdo como pensar que aventando papelitos con palabras al aire se fueran a acomodar formando frases con sentido ellas solas.
  • Ese Dios creador de nosotros y de la creación, el que nos dio a nosotros el don de la inteligencia y del lenguaje, para relacionarnos con Él y con los demás, se reveló a sí mismo durante 10 siglos, dando origen a un pueblo en el que se fue revelando en la medida que el pueblo desde sus concepciones podía percibir, y fue manifestando por medio de hombres ese plan amoroso de Dios y de su voluntad para con nosotros, de salvarnos y darnos vida eterna por medio de Cristo. Y la tenemos en él. De nada me serviría tener en la casa del frente al mejor médico del mundo si no salgo a su encuentro para ser curado. Seguiría con mi enfermedad en mi ignorancia, por no abrirme a él. Y así quedamos si no salimos al encuentro de Cristo, que vino a llamarnos y a buscarnos y a darnos su conocimiento y nosotros seguimos ignorándolo y haciendo oídos sordos.
  • En efecto la ignorancia humana se dejó embelesar por lo material, por las cosas posibles con los minerales de la creación y con nuestra inteligencia. Endiosamos lo material y lo que con la ciencia y conocimientos de lo terreno podemos hacer. Tenemos suficiente entretenimiento con los juguetitos que estamos logrando inventar y los convertimos en nuestros ídolos. Tal cual hace 30 siglos dejaban al Dios que ser reveló a Abraham y a Moisés por el becerro de oro que ellos mismos lograron fabricar con sus propios medios y conocimientos. Preferimos jugar a ser dioses, a creernos poderosos, sabelotodo, a tener todo bajo nuestro control incluso los dioses falsos que queremos crear, para no tener que someternos a nadie, ni a Dios, y buscar la satisfacción humana y pasajera que da un logro humano, un aplauso, una creación nuestra. Pobre paga comparada con la que Dios quisiera darnos, pero nos negamos a recibir, porque le sacamos de nuestra vida, cambiandole a Él, manantial de agua viva, para hacernos cisternas agrietadas que no retienen el agua, que no pueden saciar nuestra sed (Jer 2,13).
  • La ciencia, ese ídolo o falso dios de la actualidad versa sólo sobre lo material y visible, y por ende ignora lo más importante, lo esencial que es invisible a los ojos. No sabe de dignidad humana, ni siquiera de ética, como queda bien claro en la actualidad donde vemos al hombre enloquecido haciendo todo lo que es posible, sin importar ética alguna: para abortar, matar viejitos, seleccionar embriones y destruir otros, clonar, robar, asesinar, delinquir, en delincuencia organizada, en gobiernos, en bancos, la crisis económica no tiene otra causa sino esa deshumanización a la que conduce el sacar a Dios de su vida.
  • No sabe ni de dónde viene ni para donde va, vive sus 4 días en la tierra sin querer algo que no puede dominar, por eso rechaza a Dios. Sólo quiere lo que pueda dominar para estar por encima: su propia creación, lo material, lo visible. Pero no quiere saber de lo espiritual, de la trascendencia, de lo eterno, de Dios. Se resigna a tener su horizonte en la tumba, a ser un animal de otra especie, sin más derechos que los demás animales.
  • O se prefiere engañar pensando que hay eternidad sin Dios, como hace la nueva era y tantos libros de esa corriente, de autoayuda, que tranquilizan al hombre ante eso que le es incierto, prefiriendo esa creencia inventada recientemente e irracional de una eternidad sin Dios, que la revelada de que tenemos la eternidad por la fe en Cristo que es Dios revelándose a nosotros y mostrándonos el camino de la vida eterna. Prefiere creer lo que quiere, inventando nuevas creencias de auto redención, de que es dios, de panteísmo, de neo gnosticismo, etc… pues son incontables las idolatrías y pseudo religiones nuevas que surgen creadas por el hombre tal como en otro tiempo hizo cada cultura: los hindúes, los aztecas, mayas etc… muestra de la esencia religiosa que hay en el hombre, aunque no quiera. Y dejando la verdadera fe, la que Dios mismo revela, prefiere seguir construyendo sus ídolos y becerros de oro, más inverosímiles que la fe cristiana.
  • Todo esto, la nueva era, tantas creencias surgidas recientemente, esoterismos, filosofías, pero incluso la misma ciencia, tenida -al igual que el dinero y otros- como nuevo ídolo en el que se cree y del que se espera todo, son creencias más irracionales e inverosímiles que la postura religiosa cristiana; pues es decidir creer en algo más difícil de creer, más irracional e inverosímil, más arbitrario, subjetivo y sin fundamento, más llevado por lo pasional y visceral que por la razón e inteligencia. Son desafortunadas creencias o pseudo religiones que pretenden sustituir la verdadera fe, pero que nunca darán lo que sólo ésta puede dar.
  • Y es que el hombre gusta de endiosarse a sí mismo, de creerse todopoderoso, como vemos en la metáfora de Adán y Eva, donde se pone de manifiesto que el ser humano prefiere fiarse de sí mismo que de Dios, lo que es clara terquedad infantil, atrevimiento de la ignorancia humana, que siendo creatura recién nacida y fundamentalmente desconocedora de todo, prefiere fiarse de sí más que de Dios, y pudiendo comer de toda la creación, desobedeció a Dios comiendo del único árbol que Dios le dijo que no comiera, para que hiciera buen uso del libre albedrío que Dios le dio, confiando libre y voluntariamente en Dios. Esa misma historia vemos que ser repite por toda la biblia, desde el AT hasta el NT, y en estos 20 siglos de historia, hasta el día de hoy. El hombre tiende a ser rebelde, terco y obstinado. Y Dios buscándonos y suplicándonos para hacernos el bien, para liberarnos y darnos vida, mientras nosotros lo rechazamos y huimos. “Era para ellos como el padre que se inclina hacia su hijo y le enseña a caminar, pero cuanto más los buscaba más se alejaban de mí” (Os 11)