MITOS SOBRE LA FE
“La razón es el antídoto que permite superar los mitos religiosos y el relativismo actual”, constató Benedicto XVI recientemente durante la audiencia general. Son muchos los prejuicios existentes sobre Dios, propios de una creencia pre-evangelizada, quizás natural al ser humano (es decir, conceptos que se tienen de Dios sin conocer la revelación que Él hace de sí mismo) según la cual Dios habría de responder a nuestras peticiones y debería gobernar al mundo. Ante el Dios verdadero revelado en Cristo que no responde a estas expectativas humanas, el hombre muchas veces opta por negar a Dios y prescindir de Él, pensando que no existe.
No es que no exista Dios, lo que no existe es el dios del prejuicio albergado por muchos seres humanos; lo que no existe son los mitos sobre Dios creídos o pensados por muchos, incluso por cristianos pese a tratarse de imágenes de Dios radicalmente distintas a la manifestada por Cristo, desmentidas directamente por su vida y sus palabras. Es de esa imagen insustentable -y refutada por los hechos constatables de la vida cotidiana- de la que se apartan muchos de nuestros contemporáneos. No existe esa caricatura de Dios, a veces ridícula, que es la única que se ha presentado a muchos y que les ha parecido inaceptable o hasta chocante, que sin embargo es la que viven y manifiestan muchos cristianos.
Claro que no se puede creer en Dios gratuitamente, sólo porque otro lo diga; claro que no podemos quedar en una fe ciega, sin cimiento alguno; esto sería temerario, tanto como cualquier creencia sin fundamento. Ponerse a creer en algo nada más que porque sí o simplemente porque lo dice alguien puede ser muy peligroso, pues hay mucha mentira en el aire. Cuántas creencias absurdas y totalmente irracionales son pura invención humana; muchas veces salen de personas sin escrúpulos que únicamente piensan en su bolsillo o en su poder sobre los demás, por lo que quieren vendernos ídolos de todo tipo que son falsos remedios.
La fe cristiana tiene un fundamento y una revelación histórica; está cimentada en las experiencias de Dios de muchos siglos; desde los patriarcas y profetas en el nacimiento y crecimiento de un pueblo con el que Dios se fue revelando durante siglos, entrando en la historia y acompañándolo, hasta la manifestación más plena y perfecta en Cristo. Totalmente diferente de la absurda fe en ídolos o supersticiones inventadas por hombres, como la “santa muerte”, por ejemplo, o como la fe en unas piedras, velas, horóscopos y tantas creencias sin bases de ningún tipo, sin el sustento de verdaderas experiencias.
“¿Cómo invocarán a aquél en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquél de quien no han oído? ¿Cómo oirán sin que se les predique? Y ¿cómo predicarán si no son enviados?... Por lo tanto, la fe viene de la predicación y la predicación por la Palabra de Cristo” (Rom 10, 14ss)
Creer en Dios no es como creer si existen o no los extraterrestres. Cada uno puede tener una opinión, unos serán dados a creer y otros a no creer, pero sus opiniones son irrelevantes, sin base alguna; la fe cristiana no tiene nada que ver con este tipo de fe, pues creer así en Dios tampoco nos serviría para nada. Una fe sin conocimiento y sin experiencia no puede afectar a nuestra vida, ni nos puede salvar ya que no nos da la comunión con Dios. La fe sin obras está muerta y no puedo tener fe con obras de Dios sin tener experiencia de Dios, sin ser guiado por el Espíritu y sin experimentar su acción amorosa y poderosa, sin sentirme seducido por Dios hasta querer dar la vida por Él (no sólo muriendo, sino dándole la vida de cada día). De Dios conocemos lo que experimentamos. Hemos de experimentarlo para poder cimentar nuestra vida y nuestra fe en Él, pues sin ello habríamos creído en vano, nos dice San Pablo (1Co 15,2) ya que sin obras tendríamos una fe estéril.
Para creer en Dios necesitamos una experiencia de encuentro con Él, necesitamos conocerle no teórica sino vivencialmente, y esto no se da si no es por medio de la comunidad eclesial. Es un don que se recibe por medio de los instrumentos en los que Dios sigue vivo y actuando, dándose y haciendo el bien. La fe viene por el oído, por la predicación de la palabra de Dios que recibimos de los apóstoles de hoy -sean laicos o consagrados- que hablan en su nombre y hacen posible la acción del Espíritu que toca el corazón. Solamente Él proporciona una experiencia que produce un cambio radical y medular, no simplemente cosmético. La experiencia de Dios –que procede de la escucha y práctica de su Palabra- nos abre a la fe, y por ella le dejamos vivir a Dios en nosotros, nos dejamos iluminar y guiar por Él, pues su amor nos seduce y marca nuestra vida, nos capacita para amar como Él.
Por tanto, la fe, no es algo puramente teórico. No es algo que puedo perder si me dijeran algo, sea lo que sea. Si tuviera una fe teórica, sustentada en lo que otros dicen, podría perderla si luego dijeran otra cosa; como los que pierden la fe porque oyen decir que aquél milagro fue un fraude, o que un sacerdote dijo que no sucedió así tal o cual milagro… En cambio una fe bien cimentada en la experiencia, aunque descubrieran datos “contrarios” al evangelio, aunque dijeran que no fue así, etc., no podría tambalearnos, pues no podemos negar lo que hemos visto y oído.
¿Qué formas de creer has conocido?
¿Cuál crees que debe ser nuestro modo de creer en Dios para que nos lleve a una verdadera vivencia de la Palabra y una vida nueva en Cristo? ¿Qué necesitamos para ello?
¿Qué ideas erróneas has conocido sobre la fe?
¿Puede llegar a creer una persona sola, estudiando conceptos y teorías sobre Dios? ¿Puede un teólogo conocer muy bien todo sobre Dios y no tener fe? ¿De dónde viene la fe, cómo proporcionarla, facilitarla o suscitarla?
LAUDES 2024/11/25
Hace 1 hora