Único modo de librarnos de su mala
influencia: dejarnos guiar por el Espíritu, por Jesús buen pastor, por Dios. De
no ser así estamos entregados a ser títeres del enemigo, dejándonos llevar o
influir por cualquier pensamiento, por absurdo o erróneo que sea.
Por ello hay que tener sumo cuidado de lo que creemos.
Tenemos la tendencia o mala costumbre de creer demasiado en nosotros mismos,
así dejamos entrar demasiado fácilmente la cizaña del enemigo, con
consecuencias catastróficas.
De ahí que
digamos: el que no cojea de un pie, cojea de otro. ¿Dónde está el hombre
íntegro, de Dios? ¿Cómo encontrarlo si no hay quien se deje guiar por el
Espíritu y por Jesús?
Apártate de mí satanás, porque piensas como los hombres y no
como Dios.
HEMOS DE PENSAR COMO DIOS, tenemos la mente de Cristo. A
nuestro alcance está el Reino de Dios, la guía del Espíritu, y con qué
facilidad nos lo perdemos, por dejar entrar la tiniebla, por aceptar como
válido y verdadero a cualquier pensamiento que nos llega a la cabeza, con toda
facilidad, sin criterio de discernimiento para reconocer la cizaña, ni saber
rechazarla.
Igualmente vemos el mundo,
llevado por el enemigo con gran facilidad: como el instinto humano que es
impulso y fuerza ciega, sin razones a seguir ni objetivos a lograr. Simplemente
impulsados por el instinto se eligen presidentes inadecuados, se pone en el
pedestal a ídolos falsos, llevados por lo físico. Así también se escoge a la
pareja, se toman decisiones,… más llevados por el instinto que por el Espíritu
de sabiduría y discernimiento, ni siquiera razones que deberían distinguirnos
de los animales.
Muchos sufren perturbaciones en su mente y en su espíritu,
simplemente por dar entrada a sus propios pensamientos absurdos, alocados, y
tomarlos como la voz, la luz, la guía.
El
problema no es que nos lleguen esos pensamientos absurdos; toda la basura y
maldad podría pasar por nuestra cabeza sin hacernos daño alguno. El problema es
recibirlos como válidos y verdaderos. HAY QUE APRENDER A SELECCIONAR EL TRIGO Y
A RECHAZAR LA CIZAÑA.
Lo que no edifica no es bienvenido. No fiarse de sí mismo,
pues ese sí mismo no es el hombre nuevo, sino el desorden egoísta, el impulsado
e influido por el mundo y por el enemigo, que fomenta el mal, pues lo prefiere
al bien. Prefirió las tinieblas a la luz. Las malas palabras a las buenas,…
Aprende a no fiarte de ti mismo,
del hombre viejo, de cualquier voz. Discierne, y aprende a escuchar y obedecer
la voz de Dios que también está en ti.