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¿Porqué
más de la mitad de los que dicen y creen amarse para toda la vida se separan
tan rápido con odio en su corazón?
En
el mundo la mayoría de personas, desconociendo al que es la Verdad y nos la
reveló, vive en la mentira y en el engaño de sí mismos. Creen amar cuando sólo
conocen el egoísmo que es lo contrario al amor. El amor no es egoísta. Se puede
definir el amor como no buscar el bien del amado. Eso implica en su primer
nivel, el más bajo, un respeto, nivel al que muchos desde su egoísmo no pueden
alcanzar, pues viven más centrados en sí mismos, más pendientes de sus propios
deseos y caprichos, de la propia felicidad y gustos que de la de quien creen
amar.
Quieren
al otro, pero ¿quién lo quiere? Su propio ego, para sí, para su propio
bienestar, es su antojo y capricho. No piensa en el bien del otro sino en el de
sí mismo. No le interesa la voluntad del otro sino la propia. Esclavizado por
el propio ego que es un tirano que somete al que se deja llevar por él y no se
domina a sí mismo.
Jesús
por el contrario nos enseña el verdadero amor: un amor que no sabe de egoísmo, que
sólo puede tener el hombre libre de la tiranía del propio ego, el que tiene
dominio de sí mismo para poder buscar el bien y la felicidad del amado.
La
palabra de Dios también nos dice que el que ama guarda los mandamientos de
Dios, hace la voluntad de Dios (Jn 14,19). Y es que el verdadero bien del otro
con frecuencia no es la voluntad del otro, sino la de Dios. Como el niño que no
quiere inyectarse, que quiere dulces o
cosas dañinas, así también los adultos pueden no saber lo que realmente
necesitan y conviene, por la naturalmente reducida mirada humana.
Ese
amor no se conoce si no se recibe de Dios:
-¿Recibes
el amor de Dios en la oración? ¿Te dejas amar por Él? ¿Lo experimentas?
Con
ese amor en el corazón se puede amar de verdad. Se va al otro para dar y no
para recibir ni mucho menos para exigir. Somos llamados a ser amor como El es.