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sábado, 5 de enero de 2013

EL AMOR


1 Corintios 13

1 Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe.

2 Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy.

3 Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha.

4 La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; 5 es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; 6 no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad.

7 Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta.

8 La caridad no acaba nunca. Desaparecerán las profecías. Cesarán las lenguas. Desaparecerá la ciencia.

9 Porque parcial es nuestra ciencia y parcial nuestra profecía.

10 Cuando vendrá lo perfecto, desaparecerá lo parcial.

11 Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Al hacerme hombre, dejé todas las cosas de niño.

12 Ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido.

13 Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad.


 

¿Porqué más de la mitad de los que dicen y creen amarse para toda la vida se separan tan rápido con odio en su corazón?

En el mundo la mayoría de personas, desconociendo al que es la Verdad y nos la reveló, vive en la mentira y en el engaño de sí mismos. Creen amar cuando sólo conocen el egoísmo que es lo contrario al amor. El amor no es egoísta. Se puede definir el amor como no buscar el bien del amado. Eso implica en su primer nivel, el más bajo, un respeto, nivel al que muchos desde su egoísmo no pueden alcanzar, pues viven más centrados en sí mismos, más pendientes de sus propios deseos y caprichos, de la propia felicidad y gustos que de la de quien creen amar.

Quieren al otro, pero ¿quién lo quiere? Su propio ego, para sí, para su propio bienestar, es su antojo y capricho. No piensa en el bien del otro sino en el de sí mismo. No le interesa la voluntad del otro sino la propia. Esclavizado por el propio ego que es un tirano que somete al que se deja llevar por él y no se domina a sí mismo.

Jesús por el contrario nos enseña el verdadero amor: un amor que no sabe de egoísmo, que sólo puede tener el hombre libre de la tiranía del propio ego, el que tiene dominio de sí mismo para poder buscar el bien y la felicidad del amado.

La palabra de Dios también nos dice que el que ama guarda los mandamientos de Dios, hace la voluntad de Dios (Jn 14,19). Y es que el verdadero bien del otro con frecuencia no es la voluntad del otro, sino la de Dios. Como el niño que no quiere  inyectarse, que quiere dulces o cosas dañinas, así también los adultos pueden no saber lo que realmente necesitan y conviene, por la naturalmente reducida mirada humana.

Ese amor no se conoce si no se recibe de Dios:

-¿Recibes el amor de Dios en la oración? ¿Te dejas amar por Él? ¿Lo experimentas?

Con ese amor en el corazón se puede amar de verdad. Se va al otro para dar y no para recibir ni mucho menos para exigir. Somos llamados a ser amor como El es.