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sábado, 27 de febrero de 2010

LLAMADO A LA SALVACIÓN POR LA FE


JESÚS NOS LLAMA A CREER EN ÉL


Todas las quejas de Jesús en los Evangelios son sobre la falta de fe de los que le rodean. Es lo que nos muestran claramente frases como: “Hombres de poca fe, ¿por qué dudasteis?”, “Generación incrédula, ¿hasta cuándo tendré que soportaros?”, “Creéis en Dios, creed también en mí”, “Porque has visto has creído, felices los que crean sin haber visto”,…


No es que Jesús nos invite a una fe irracional y temeraria, como muchos piensan. Jesús les dio muchas razones para creer en Él, por ello les dijo: “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed por las obras y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre” (Jn 10, 37s). “Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mi. Al menos, creedlo por las obras” (Jn 14,11).


Su palabra y sus obras, su vida entera, sus señales milagrosas, como también los evangelios, que nos dan tantos motivos para creer, viendo en Él el cumplimiento de las profecías, son motivos más que suficientes para fundar nuestra fe. Pero no nos bastarían si no decidimos creer, para poderlo experimentar vivo en nosotros. Al vivir su palabra, al creerlo y reconocerlo vivo, experimentaremos la vida nueva que Él da, y sólo así lo conoceremos y tendremos fe verdadera, bien fundada en experiencia personal; así, ninguna teoría, ni siquiera las amenazas, podrá tambalearla. “Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn 8,31s).
No, no debe ser sin fundamento nuestra fe, eso sería muy peligroso. No podemos creer cualquier cosa, necesitamos tener experiencia de algo para poderlo creer, de lo contrario creeríamos igual a Dios que al diablo, irracionalmente, enterrando el talento más grande e importante que Dios nos dio y que nos distingue del resto de animales: la inteligencia. Jesús se confronta con los que incluso viendo y experimentando su poder se niegan a creer, no quieren aceptarlo, cerrándose así a la salvación y Vida que Él nos trae.


Obviamente necesitamos experimentar a Dios, conocerle, ser capaces de dar razón de nuestra fe y esperanza, como nos pide la Palabra (cf. 1Pe 3, 15). De lo contrario no tendría fundamento, y tan fácil como creímos podríamos dejar de creer, pues una fe sin conocimiento ni experiencia, ¿de qué nos serviría? No podríamos vivirla sin conocerla, como no puede hacer nadie la voluntad de Dios si la ignora y si no se le escucha cada día. No podríamos dar a nadie razón de nuestra fe y fácilmente nos podrían convertir a cualquier otra fe, sea de esoterismos, sectas, o a cualquier otra pseudo-religión. Como decía San Francisco de Asís: “De Dios conocemos lo que experimentamos”.


Una fe sin un sustento, sólido y experiencial, sería temeraria, como lo es el creer a cualquier vendedor o a cualquier persona. Hoy en día abunda la mentira y el engaño. Jesús llamó padre de la mentira al diablo, también tratado como príncipe de este mundo, y tiene muchos instrumentos humanos para propagar engaños y mentiras. Hemos de ser muy críticos y precavidos para no comer de ese veneno que tanto daño puede hacernos, tanto a nosotros como a nuestras relaciones. Necesitamos mucho cuidado con los engaños, que son la cizaña que siembra el enemigo por doquier y cada día más, pues si la recibes como verdad, puede hacerte mucho daño.


Parece que, como en todos los tiempos, seguimos siendo personas sin inteligencia, de dura cerviz para comprender y acoger las enseñanzas de Dios (cf. Ex 32,9; Dt 31,27; Hch 7,51), dejando de lado lo fundamental y aferrándonos a cosas secundarias; menospreciando el manantial de aguas vivas para apegarnos a cisternas agrietadas que no retienen el agua (cf. Jer 2,13) buscando donde no está y comiendo lo que no alimenta o incluso nos hace daño (cf. Is 55,1-3). Así muchos siguen siendo escrupulosos con cualquier placer de los sentidos, como si fuera pecado, sin darse cuenta de verdaderos pecados con los que realmente ofenden a Dios, pues desoyen su voz. Como le decía Jesús a los fariseos, que cuelan un mosquito y se tragan un camello (cf. Mt 23,24) es decir, escrupulosos con el cumplimiento de normas humanas, muchas de ellas, y dejan de cumplir mandamientos más importantes como el amor al prójimo, que es lo más subrayado por Jesús; pero la soberbia y egocentrismo ciega al hombre, por lo que deja entrar la mentira con tanta facilidad, sin darse ni cuenta (cf. Ap 3,17-20).


¿Puedo prescindir de personas o cosas menos de Dios? Él es la verdadera media naranja de todos y cada uno; es Él quien nos complementa y plenifica. Él es el Señor, y no puedo tener otro señor, otro guía y maestro que Él (cf. Mt 23,8-10) y los que me hablen en su nombre, pues están en Él, siendo sus instrumentos humanos. Pero únicamente por acción del Espíritu Santo se puede aceptar y reconocer a Jesús como Señor (cf. 1Co 12,3) y nadie puede abrirse al Espíritu Santo sin la fe (cf. Jn 1,12; 7,39) y nadie puede tener la fe verdadera si no se le predica la Palabra de Dios (Rm 10,14.17).


¿Reconoces algún engaño o mentira tenida por cierta, en ti, en tu familia, en tu contexto y sociedad? ¿Qué es lo que más se valora en nuestro mundo y qué es lo que realmente vale más a los ojos de Dios?¿Puedes identificar algo que tomes como grave y no lo sea tanto para Dios, o viceversa? ¿Tienes algún ejemplo de una fe peligrosa y temeraria? ¿Cómo podemos tener una fe bien fundamentada?