ERRORES DE INTERPRETACIÓN BÍBLICA
Es un tema en el que considero importante profundizar más y más, pues lamentablemente es un error bastante frecuente entre los cristianos en general, tanto en no católicos como también entre católicos. Esto se debe tal vez a la poca formación recibida sobre la interpretación correcta de la Biblia, pues incluso hasta hace poco era totalmente desconocida e incluso no se recomendaba su lectura, tal vez justamente para evitar los errores de interpretación que se pueden cometer si no se tiene una adecuada formación al respecto. Al comenzar a aconsejarse la lectura bíblica después del Concilio Vaticano II, naturalmente han cundido las malas interpretaciones y fundamentalismos, como había sucedido desde antes en grupos de hermanos separados, que recomendaban a todos esta lectura anteriormente.
Se trata, pues, de un gran reto a superar y considero que de suma importancia, pues como decía San Jerónimo, desconocer la Escritura es desconocer a Cristo. Algo aún demasiado frecuente entre los católicos, el desconocimiento del Dios revelado en Cristo, pues sigue teniendo más fuerza una visión de Dios sin la luz plena de la Escritura que da sentido a la cruz, enfermedad y muerte, mientras muchos católicos siguen apegados a buscar el propio interés humano, incluso renegando de Dios ante la cruz de cada día, de la que quieren librarse a toda costa, lo que prueba el desconocimiento de la Revelación en Cristo. Esto sucede tanto por el desconocimiento de la Escritura, como por la mala interpretación literalista que se hace de ella. Justamente es el problema que se quiere atajar con el reciente Sínodo sobre la Palabra de Dios, del que surge el documento que quiere ayudarnos a entender mejor la Escritura para evitar las frecuentes malas interpretaciones.
Urge una lectura bíblica libre de fundamentalismo, esto es que no se interprete sin criterio, de modo simplista, literalmente, pues todo tiene un contexto y una razón, por lo que no se puede trasponer al pie de la letra lo que se dijo hace siglos a una persona concreta, al hoy y a todos, como suele interpretarse erróneamente con frecuencia. La Biblia no es un libro caído del cielo con verdades universales. Tiene origen humano y contextual, en una época y lugar, con criterios de la cultura en la que surge, llena de errores y aciertos, como todas. La verdad divina hay que entresacarla del espíritu global de la misma; se puede decir que está entre las líneas, más allá de lo expresado literalmente que siempre es contextual, y por tanto no tiene validez para toda persona de cualquier época. Saber qué lección nos da cada texto bíblico requiere captar el espíritu que hay detrás de la letra, y no pretender nunca que nos hable a nosotros literalmente un texto.
El mismo San Pablo que dice “…no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (cf. Ga 2, 20) también dirá en otra ocasión: “Realmente mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco,... ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí” (cf. Rm 7, 15-20). Es decir lo que expresó San Pablo en un momento no le pareció válido en otro, pues otras experiencias le hicieron expresar todo lo contrario. Es muy normal; todos pasamos momentos distintos en la vida; pero esto puede indicarnos una lección importante sobre la lectura bíblica: nunca hemos de leer de modo fundamentalista, absolutizando una frase sacada de contexto, pues tiene que ver con un momento determinado, como también vemos en las diversas decisiones que tomó Pablo en el trascurso de su vida.
Por ello, podríamos decir que lo que se expresa es muchas veces motivado por experiencias puntuales y tal vez adecuado para unos momentos y personas, y no para otros. Como sucede más claramente aun cuando abrimos el libro de los salmos; cada uno refleja una situación distinta del salmista; los salmos pueden expresar realidades que no tienen nada que ver con nuestra vida. Puedo estar feliz y entusiasmado y leer un salmo que expresa la súplica deprimida de un moribundo, o la súplica para vencer a los enemigos en la batalla. Se puede orar en estos casos por los que se encuentran en esta situación, con los que formamos un solo cuerpo, y siendo como la boca que pide por ellos.
De nada me serviría leerlo sin la visión global y el espíritu que recibimos del conocimiento de Dios a través de toda la Biblia. No podemos entonces tomar parcialmente textos, como se suele hacer para fundamentar lo que se quiere. Como un fundador que para justificar que los miembros de su comunidad debían trabajar para sostenerse incluyó en los estatutos la frase de Pablo: “Trabajé con el sudor de mi frente para ganarme el pan, para no serle gravoso a nadie”. Pero llegó un día que quiso que dejasen de trabajar para el sustento, pues prefirió una dedicación exclusiva a la predicación y pidió a todos tachar aquella cita y cambiarla por otras citas de confianza en la providencia.
¿Será que solamente si expresa el apóstol Pablo que puede vivir del Evangelio, podemos nosotros, y si él no lo expresara no podríamos? No necesitamos una frase bíblica para fundamentar cada paso que damos. Basta conocer el Espíritu del Evangelio para poder discernir si algo de lo que hacemos está de acuerdo a su voluntad o es contrario. Hay muchas cuestiones hoy de las que no dice la Biblia ni una palabra, pues ni existían entonces. No podemos anexar una frase bíblica sobre los preservativos ni sobre las tecnologías modernas.
Pablo vivió guiado por el Espíritu como hemos de hacer nosotros hoy. Unas veces hablaba de manera más exigente y otras más suavemente, según consideraba oportuno en cada momento para sus destinatarios, como también hizo Jesús. A veces persuade con bondad y mansedumbre y otras prefirió hablarles más duro y radical para ver si así abrían los ojos. El racionalismo excesivo, que quiere encasillar todo, podría hacernos caer en el error de pensar que una forma es la correcta y la otra es pecado, que de un modo está bien y del otro mal.
Estos encasillamientos no se pueden hacer ya que la realidad es más compleja que eso, por lo que la voluntad de Dios, como la humana, no es rígida e inflexible, ni siempre la misma para todos. Cada persona, según su capacidad y respuesta tendrá una llamada de Dios, y también puede variar en cada etapa o momento de la vida. Habrá casos en que se requiera hablar de un modo y otras veces será más conveniente de otra forma, según requiera cada uno. No a todos se les puede pedir lo mismo, ni se les puede hablar igual, ni todos tienen las mismas capacidades. Así vemos a Dios adaptarse a los hombres de cada época en el trascurso de los siglos de la revelación.
El mismo San Pablo quiso trabajar un tiempo para sostenerse y en otra etapa consideró mejor dejar todo trabajo para dedicarse por entero a la predicación, como también sucedió con los doce (cf. Hch 6,2-4). En un momento quiso predicar a los judíos en las sinagogas, y en otro se hartó de su dureza y quiso dedicarse a los paganos; en un tiempo iba a misionar con uno, en otro solo o con otros. Esto para decir que no hemos de ser tan simplistas y tomar textos al pie de la letra, pues lo que es oportuno en un momento puede no serlo en otro.
Sin embargo aún hoy considero que hay mucho fundamentalismo, dentro de nuestra Iglesia, queriendo etiquetar todo, juzgando -como sólo Dios puede hacerlo- lo bueno y lo malo, a veces sacando frases bíblicas de contexto, para fundamentar lo que se quiere. Como vemos también en cantidad de sectas de hoy, diciendo cosas tan distintas y todas supuestamente basadas en la misma Biblia, a la que se hace decir lo que se quiere, por ese atrevimiento para interpretar de modo tan superficial como temerario, sin la luz del Espíritu y de la globalidad del mensaje cristiano, y sin la luz de la Tradición de la Iglesia que es básica para poder entender la Palabra.
Ya mencioné por ejemplo que hoy comemos carne de animales estrangulados, prohibida por los apóstoles en el primer concilio de Jerusalén y que poco después se dieron cuenta de que tampoco esto era necesario. Necesitamos la Tradición para no caer en lecturas inadecuadas o literalismos que en vez de acercarnos a la voluntad de Dios nos alejan, por quedar anclados en lo que se dijo en periodos concretos y anteriores o para situaciones determinadas.
Hay que entender, pues, con amplitud de miras, con criterio para distinguir lo contextual y propio de la mentalidad particular de la época, y así extraer el mensaje de Dios de lo que se subraya y enfatiza constantemente. Comprendamos que los apóstoles dialogaban con Dios para discernir su voluntad en cada momento, para cada situación a enfrentar. Del mismo modo habremos de hacer nosotros, sin cometer el error de tomar la Biblia como recetario y pretender trasponer lo que allí se dijo o se hizo al hoy que es totalmente distinto.
¿Crees que has hecho alguna vez una lectura literalista de la Biblia, es decir, quedándote más en la letra que en el espíritu? ¿Cómo se puede evitar este error?
Hay miles de cuestiones de la vida cotidiana de las que no nos habla la Biblia, pues muchas cosas y situaciones de hoy, no existían entonces (anticonceptivos, vehículos, teléfonos…) ¿Cómo discernir la voluntad de Dios hoy para tantas decisiones que hemos de tomar a diario y de las que la Biblia no nos habla directamente? ¿Cómo saber lo que quiere Dios?
LAUDES 2024/11/25
Hace 1 hora